Definición de IBAN

Si nos fijamos en los dígitos de nuestra cuenta corriente bancaria y estamos en algún país de la Unión Europea podremos observar que hay 24 números. Pues bien, esos números conforman el IBAN, unas siglas que provienen del inglés y que son el acrónimo de International Bank Account Number, que podríamos traducir como código internacional de la cuenta bancaria.

El IBAN entró en vigor como código a partir de 2014 y su principal objetivo es unificar criterios bancarios en la Unión Europea, concretamente en la denominada Zona Única de Pagos en euros o SEPA.

En la práctica el código IBAN sirve para cobrar la nómina, para hacer transferencias o para domiciliar recibos bancarios y afecta tanto a particulares como a empresas. Así, si un cliente de una entidad bancaria quiere hacer una transferencia a otro banco deberá facilitar a su entidad el código de cuenta bancaria del beneficiario con el formato IBAN.

Con el código IBAN se pretende igualmente que el conjunto de operaciones bancarias sean más eficaces, seguras y rápidas

Formación del IBAN

El IBAN es un código bancario para identificar las cuentas corrientes de sus clientes. Los 24 dígitos que lo forman tienen el siguiente significado: las dos primeros son letras mayúsculas que se refieren al código del país (por ejemplo, ES de España), los dos primeros números son un código de control, los ocho siguientes son un identificador y los diez últimos números son propiamente el número de cuenta corriente.

El IBAN, un paso más de la unión monetaria en la Unión Europea

Con anterioridad al IBAN se empleaba el CCC o código de cuenta corriente, el dígito que servía como identificador de la cuenta bancaria. La incorporación del IBAN ha ido acompañada de otros cambios, especialmente la introducción del código Swift o código BIC, un código que afecta solamente a las transacciones internacionales al margen de la Unión Europea.

Por otro lado, hay que recordar que desde el año 2002 se utiliza el euro en la Unión Europea, por lo que el euro, el IBAN o el SEPA son términos que se enmarcan en el contexto de la unión monetaria europea. En términos generales, la unión monetaria aporta una reducción en los costes de las transacciones, una estabilidad en los tipos de interés, una mayor transparencia y una mejora en las relaciones comerciales. Todo ello se traduce en una menor incertidumbre con respecto al crecimiento económico.

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