Importancia de los Atentados en Oslo y la isla de Utoya en 2011
Periodista esp. e investigador
Ante la amenaza terrorista, ya no hay lugares que podamos considerar seguros en el mundo; un país tan tranquilo y apartado como Nueva Zelanda fue objeto (en marzo de 2019) de un terrible ataque terrorista ultraderechista a dos mezquitas. Quién lo diría hace apenas un par de décadas, que algo así podía suceder.
Lo mismo aplica para un país tradicionalmente tan pacífico como Noruega, que en 2011 vio turbada su paz por un atroz atentado.
Los atentados ocurridos en Oslo y la isla de Utoya del 22 de julio de 2011 fueron acciones violentas llevadas a cabo por un “lobo solitario” de ultraderecha.
Anders Behring Breivik, que así se llama el sujeto que perpetró las masacres, es el fruto de un matrimonio que se divorcio cuando él tenía un año, y cuya madre -que obtuvo su custodia- lo maltrataba.
Es probable que esta etapa de su vida explique su antifeminismo militante, así como un carácter abiertamente supremacista y desafiante, como un mecanismo de autoprotección frente a los abusos cometidos por su madre.
Ya de muy joven, algunos psicólogos que lo examinaron vieron en él tintes de una inestabilidad mental que podía dar lugar a comportamientos peligrosos.
Paradójicamente, durante su pubertad mostró un profundo interés por la cultura urbana del hip hop, la cual es marcadamente abierta en lo que respecta a temas como la orientación sexual o la raza, que serían posteriormente rechazados por Breivik.
Sus compañeros de estudios lo describen como una persona muy inteligente y fuerte, que incluso cuidaba de aquellos que sufrían acoso.
A los 21 entra a trabajar en una empresa -de la cual su nombre es desconocido para el gran público, en servicio telefónico de atención al cliente. Su comportamiento es descrito como amable hacia aquellas personas a las que atendía.
¿Qué fue lo que le sucedió al amable Breivik para convertirse en el asesino Breivik?
Su camino exacto se desconoce, aunque no es descabellado pensar que el futuro terrorista, ya en ciernes, tomó un camino oculto a la vista del resto del mundo, radicalizándose a partir de principios de los 90 a través de foros de Internet.
Su ego habría podido jugar un papel fundamental, puesto que Breivik no habría querido enfrentar su naciente cosmovisión con otros pareceres distintos y diametralmente opuestos que lo habrían podido hacer dudar de sus convicciones.
A principios del nuevo milenio ya podría tener en mente la realización de los atentados, como manifestaría posteriormente durante el juicio.
También afirmó que ya en esa época impulsó algún negocio propio con dicho objetivo en mente, lo que le permitió ahorrar lo suficiente como para comprar armas y los materiales necesarios para la fabricación de explosivos.
Se hizo con armas legalmente en Noruega, una pistola y un rifle, presentando para ello sendas licencias de club de tiro y caza respectivamente.
Una granja de su propiedad le permitió comprar el material necesario para la fabricación de los explosivos.
El 22 de julio de 2011, una bomba de fertilizante hacía explosión frente a la oficina del Primer Ministro sueco en Oslo, matando a ocho personas.
Esto era sólo el principio; la maquiavélica mente de Breivik había previsto un ataque en dos fases, aprovechando que las fuerzas de seguridad y asistencia estarían ocupadas con la bomba en el centro de la capital.
Sólo unas pocas horas después, haciéndose pasar por oficial de policía, embarcó armado en un ferry que lo llevó a la isla de Utøya, en la cual se estaba celebrando aquel día el campamento juvenil del Partido Laborista noruego.
Valiéndose de la excusa de informar sobre, precisamente, la explosión, y manteniendo su papel de agente de la ley, Breivik congregó a su alrededor a los jóvenes. Fue una trampa mortal.
Tras abrir fuego, el terrorista dejó un reguero de sesenta y nueve cadáveres más, a añadir a las ocho personas que ya habían perdido la vida en la explosión de Oslo.
Algunas de las víctimas tenían apenas 14 años. Breivik fue detenido una hora y media después de haber empezado a disparar.
Tras su arresto, se dio a conocer un manifiesto que había divulgado en Internet, y en el cual se hacía eco de tesis relacionadas con el racismo y el supremacismo blanco.
Entre estas, por ejemplo, que la sociedad y la forma de vida occidental se encuentran en peligro por culpa de la inmigración y, concretamente a aquella procedente de países musulmanes.
También echaba las culpas de ello a los partidos políticos izquierdistas, como el Laborista noruego que fue objetivo de su atentado.
También repartió culpas al feminismo, del cual afirmó que destruía la forma de vida occidental.
Breivik fue condenado a 21 años de prisión en verano del 2011.
Durante el juicio, que provocó un hondo impacto no solamente en Noruega, si no en todo el mundo, se mostró desafiante en todo momento, realizando un extraño saludo ritual al comienzo de cada sesión y no reconociendo la autoridad del tribunal.
A posteriori, y también para recalcar su rechazo a reconocer la autoridad del tribunal, ha rehusado presentar recurso a su sentencia. Y ya en prisión, se ha declarado nacionalsocialista y seguidor de la reinterpretación contemporánea de la religión nórdica clásica.
Trabajo publicado en: Ago., 2019.
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