Importancia de Controlar las Emociones
Saber gestionar las emociones incide en los modos de relacionarse e incluso trasciende estos de acuerdo a las circunstancias, a instancias del ámbito laboral, y el estado de la salud integral, como consecuencias producidas por momentos desbordantes capaces de obstaculizar las capacidades cognitivas, nublando y confundiendo intereses, manifestándose en reacciones y/o decisiones bruscas que pueden avanzar hacia situaciones desafiantes de mayor permanencia. Pero debe entenderse que las emociones ocurren naturalmente, es decir, no se pueden ignorar, no obstante la diferencia e importancia radica en las formas en que uno las manifiesta y maneja dentro de su entorno. Aun cuando la expresión de una emoción puede resultar inevitable, existen distintos grados que se desenvuelven a partir de la instancia en la que esta surge, desembocando en un proceso dinámico en un contexto y espacio que típicamente son compartidos con otro/s.
Reconocer una emoción y tomar conciencia de la responsabilidad del actuar en consecuencia a fin de controlar la situación
Las personas estamos atravesadas constantemente por infinidad de emociones, como la alegría, la tristeza y el enojo, frustración, irritabilidad, angustia, esperanza, etcétera. Todo el tiempo nos emocionamos, aunque no seamos conscientes de ello, debido a la costumbre, a la variación en la intensidad de las emociones, a la falta de autopercepción, entre otras causas. Usualmente, nos percatamos cuando se nos presentan de forma abrupta y/o con mucha potencia.
Las emociones en sí mismas no son ni buenas ni malas, tampoco son nuestra responsabilidad. Sin embargo, las decisiones y actos que siguen de la reflexión, a partir de las emociones, sí son nuestra decisión y tienen que ver con nuestra voluntad y nuestra capacidad de control. Por ejemplo: si alguien hace algo que me molesta, es lógico que me invada el enojo, pero responder con templanza o, por el contrario, de forma violenta, es mi elección.
Cabe destacar, sin embargo, que no somos plenamente libres cuando reaccionamos ante los otros o las vivencias, pero mientras mejor controles las emociones, mayores grados de libertad podremos alcanzar. El dominio de uno mismo, el pensar en frío, nos da mayor libertad para actuar.
Entonces, no podemos evitar los afectos, ya sean placenteros o no, por lo cual idealmente debemos aprender a gestionarlos, para que no perjudiquen nuestras metas y proyectos, ideales, salud, relaciones con otros.
En el ámbito laboral, por ejemplo, pueden tener lugar situaciones problemáticas con compañeros o jefes, ante lo cual debemos reflexionar antes de responder o actuar, calmarnos, respirar profundo, contar hasta diez y pensar en las posibles consecuencias. El respeto es la mejor forma de comunicar nuestras ideas y valorar las diferencias.
En las relaciones familiares, de amistad y de pareja las emociones también deben expresarse con delicadeza y prudencia para cuidar el vínculo y que perdure en el tiempo.
Con los hijos, asimismo, es importante gestionar las emociones, pues así les enseñamos a hacer lo mismo a ellos. No obstante, si las emociones nos desbordan, pues somos seres humanos, es bueno ponerlo en palabras, por ejemplo, diciendo lo que sentimos, asumiendo si nos comunicamos de una forma poco adecuada y pidiendo disculpas. Eso no nos quita autoridad, sino que nos muestra reales, falibles y reflexivos.
Es fundamental ser amables con los demás y con nosotros mismos, aceptando que no siempre podremos controlar las emociones de manera hábil, siendo un aprendizaje continuo, que nunca termina de lograrse.
¿Qué pasa si queremos silenciar las emociones?
Cuando las emociones están allí pero no son escuchadas, lo que sucede es que intentan hacerse oír con más fuerza y así pueden aparecer síntomas en la psiquis o en el cuerpo. Por ejemplo, dolores de cabeza insoportables, contracturas, vómitos, así como ideas que rondan nuestra mente todo el tiempo, generando malestar.
Validar nuestras emociones, darles un espacio para ser sentidas y expresadas, pensar al respecto de sus causas y su manejo, constituye un punto importante en el cuidado de la Salud Mental.
Emociones como guía
Las emociones alegres pueden ser una muestra de que estamos yendo por buen camino, acorde a nuestros proyectos, ideales, gente que nos rodea, etcétera. Mientras que las emociones tristes pueden marcarnos que sería bueno hacer cambios o emprender nuevas aventuras.
Emociones extremas -violentas, iracundas, impulsivas, suicidas, pasionales- son señal para pedir ayuda a un profesional psicólogo o psiquiatra, para no hacernos daño a nosotros mismos, ni a otras personas.
Emociones en cada etapa de la vida
Los primeros años de la vida están cargados de emociones intensas y pasajeras. Los niños se sorprenden constantemente, pues el mundo es nuevo para ellos, al punto que se fascinan con pequeños detalles que los adultos ya tienen naturalizados.
Pero también, se enojan o rompen en llanto con gran facilidad, pues no tienen mucha práctica en el control de emociones y muchas veces les faltan las palabras para decir lo que están sintiendo o no lo entienden y, en consecuencia, responden con el cuerpo -con golpes, mordidas, empujones-, sin ser plenamente conscientes de sus actos, especialmente en los primeros años.
Nuevamente, las emociones aparecen con mucho ímpetu en la adolescencia, etapa con muchos cambios biológicos, donde las características del cuerpo visiblemente se modifican y eso genera repercusiones a nivel de lo social y lo intrapsíquico. Psicológicamente, es una fase propicia para el desarrollo de la autonomía, la independencia, el alejamiento de los ideales parentales y la aparición de nuevos “ídolos” o preferencias, en lo extrafamiliar.
Con la llegada de la adultez las emociones tienen muchas veces que ver con las relaciones laborales o de pareja, la búsqueda de estabilidad financiera, la concreción de proyectos, etcétera -dependiendo de cada sujeto en particular, esto puede variar mucho-.
Finalmente, en la tercera edad las emociones pueden ser de nostalgia por un tiempo anterior, de frustración por las nuevas limitaciones, como así también de calma o de disfrute, si se logra apreciar este momento para el descanso y se ha llegado a donde uno quería en la vida. En la senda opuesta, también hay muchos adultos mayores con emociones más osadas, con ganas de arriesgarse y continuar o, incluso, comenzar proyectos.
En conclusión -y atendiendo a la diversidad -, si bien hay emociones “típicas” de ciertos períodos de la vida, podemos encontrarnos con emociones sumamente distintas a las “esperables”, sobre todo en la actualidad donde los ideales no son tan fuertes -al menos en gran parte del mundo- y eso da lugar a que cada uno pueda seguir, con menos ataduras, el deseo que lo habita.
Trabajo publicado en: Ago., 2014.
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Arnold May., 2022
Me Parese excelentísimo el tema de controlar las emociones
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