Importancia de los Descomponedores
Título de Profesora de Biología
En la punta de la pirámide trófica se encuentra un grupo de seres vivos desempeñando la función de descomponer la materia orgánica procedente de todas las especies, para que pueda ser reintegrada a la dinámica energética de los ecosistemas, como parte esencial de los ciclos biogeoquímicos que han permitido el sostenimiento de la vida durante millones de años. Una vez que un individuo perece, sin importar a cuál reino pudiese haber pertenecido, según el criterio taxonómico, ni la historia de vida que hubiere experimentado, o siquiera las dimensiones de la masa inerte que ha dejado, al estar conformado su cuerpo por moléculas orgánicas e inorgánicas repletas de los mismos elementos químicos que el resto del entorno, se convierte en una fuente de energía y nutrientes a la disposición de quienes aún viven, gracias a la acción de un sustancioso número de hongos, bacterias, artrópodos y otros bichos.
Biodinámicas, ecología y sustentabilidad
El proceso de descomposición de la materia inerte inicia a partir de la acción de las propias bacterias que se encontraban habitando en el interior del cuerpo, como parte de la flora y fauna simbiótica propiciada de manera coevolutiva, dando paso a la degeneración molecular de las proteínas y las grasas que constituyen los tejidos, haciéndolos rápidamente más frágiles y vulnerables lo cual permite el acceso y acción de todos los demás descomponedores procedentes del medio externo, fenómeno que durante la vida es imposibilitado gracias a la defensa generada entre las capas externas del cuerpo y la intervención del sistema inmunológico, de allí que semejante descomposición no sea tan fácil mientras el individuo se encuentre con vida.
Los hongos por su cuenta comienzan a integrarse en la ecuación de este ecosistema temporal por las múltiples esporas que siempre persisten dispersas en el ambiente, encontrando la oportunidad de desarrollar en todo su esplendor la nutritiva labor de desincorporar el nitrógeno de los aminoácidos que habían conformado a las proteínas, liberando a su vez otros elementos como el fósforo y el azufre para que retornen al suelo en su forma molecular.
Artrópodos varios de hábitos carroñeros y saprófitos también se dan cita en este banquete, pues son miles los recursos que pueden aprovechar dependiendo de la especie y la etapa de vida en la cual se encuentren, dedicándose larvas y adultos a distintos platillos dentro del menú de los tejidos más resistentes de ya cada vez más desintegrado cuerpo.
Del suelo vienes y al suelo vuelves
Las lombrices de tierra finalmente hacen muy discretamente acto de presencia por medio del fundamental papel de integrar toda esta nueva materia orgánica al resto de elementos que componen el suelo, homogeneizando las sustancias con el sustrato que servirá para dar continuidad a la vida bajo nuevas formas e individuos.
Finalmente, lo más duro del camino hacia la biodegradación de los seres ya no vivos, lo representan las osamentas de los animales vertebrados, ya que incluso la lignina contenida en las células vegetales de las cortezas de los árboles termina siendo degradada por los hongos, por muy duros que fuesen los troncos, pero cuando de huesos se trata la historia se hace considerablemente distinta, pues esta calcárea estructura es tan molecularmente estable y resistente que se requieren recursos químicos y físicos más contundentes para desintegrarla, de allí que los huesos, así como otros restos cuya composición sea predominantemente constituida por minerales como el calcio y el silicio, se terminan convirtiendo en los restos más longevos que mantienen a través del tiempo el registro de quien en algún momento existió, pudiendo descifrarse parte de su historia vivida a través de la información resguardada entre sus moléculas y formas.
Equilibrio para la abundancia
La extraordinaria capacidad de los organismos descomponedores de simplificar las moléculas complejas que permitieron la vida, es una de las estrategias más importantes de la naturaleza para el mantenimiento del equilibrio de la materia existente en el planeta, convirtiéndose todo este en una fuente de abundantes recursos permanentes para el sostenimiento de todas las especies.
El tiempo engranado sólo con los factores ambientales químicos y físicos, no establece una dinámica lo suficientemente efectiva como para garantizar el mantener libre de cadáveres la superficie de los suelos, pudiendo producirse a su vez el cúmulo de una gran cantidad de sustancias, que en vez de ser fácilmente aprovechables por el resto de seres aún vivos, tendrían un elevado potencial tóxico y contaminante, ejemplo contundente de ello lo representa el petróleo, que por muy útil que pueda sernos a los humanos se trata de un cúmulo de compuestos orgánicos demasiado complejos como para que puedan ser aprovechados por el resto de habitantes con quienes compartimos el planeta y todo como consecuencia de una masiva deficiencia en la acción de los descomponedores en uno o varios momentos dados de toda la historia evolutiva.
Referencias
Biblioteca Salvat (1973). La evolución de las especies. Barcelona, España. Salvat Editores.
Crespo, G. (2013). Funciones de los organismos del suelo en el ecosistema de pastizal. Revista Cubana de Ciencia Agrícola, 47(4), 329-334.
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Moreno, G., Manjón, J. L., & Álvarez-Jiménez, J. (2013). Los hongos y el cambio climático. Desert truffle (Kagan-Zur V., Sitrit Y, Roth-Bejerano, NA Morte, eds). Springer Verlag, Berlín, 129-135.
Ville, C. (1996). Biología. 8va Edición. México. McGraw-Hill.
Art. actualizado: Abril 2023; sobre el original de septiembre, 2014.
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