Importancia del Planeta Tierra

Serena Cuoghi
Título de Profesora de Biología

Desde una razonablemente egocentrista visión humana, el mayor beneficio de la existencia del planeta Tierra es el de reunir las condiciones necesarias que han hecho posible nuestra evolución y el sostenimiento de nuestra existencia, de otro modo, no habría quien siquiera se dedicase a filosofar al respecto, porque para el resto de los millones de otras formas de vida, su importancia es intrínsecamente incuestionable. El espectro tan amplio de diferencias climáticas, como consecuencia de la variedad geográfica y ambiental, y todas éstas en conjunto como condicionantes directos de las dinámicas terrestres que han dado origen y sostienen a las diversas formas de vida, influyen de manera directa sobre:

1) la regulación climática que sostiene la estabilidad de las condiciones ambientales;

2) la generación y sostenimiento de los diversos ciclos biogeoquímicos que redistribuyen continuamente los elementos vitales, desde y hacia todas partes del planeta;

3) la conformación de una atmósfera propicia para el resguardo de los elementos en movimiento mediante un medio gaseoso, que a su vez rinde posible el aprovechamiento del oxígeno y el intercambio de gases, así como la adecuación de los rayos solares, amortizando su intensidad hacia niveles aprovechables para la vida;

4) el desarrollo de las dinámicas ecológicas que permiten la interacción sustentable entre las especies, haciendo viable la continuidad de los procesos evolutivos y de la existencia de la vida.

A través de los ojos de la historia humana, la esencia, lógica y sentido de nuestro existir han seguido su curso debido exclusivamente a la total dependencia que tenemos sobre el planeta y todo cuanto de él hacemos uso, sin siquiera habernos detenido a contemplar, sino por breves e infructíferos instantes, las repercusiones que le acarreamos con nuestros desmesurados propósitos, al punto de representar una auténtica amenaza para la continuidad de la vida y todas las dinámicas terrestres de las que dependen cada una de las especies existentes, aunque ello suponga que también se ha de contar, lógicamente, la nuestra entre todos los afectados.

Pese a que la Tierra no es precisamente un planeta estable debido a su constante actividad geológica, sus continuas transformaciones geográficas como consecuencia de los movimientos tectónicos y las actividades volcánicas que permiten la liberación de la presión excedente del núcleo terrestre, han creado una compleja matriz de variaciones geográficas que van desde los gélidos glaciares en las más elevadas montañas, hasta los más áridos e inhóspitos desiertos, propiciando todo tipo de escenarios para el desarrollo evolutivo de la vida, dejando como consecuencia la rica biodiversidad existente, como muestra de la capacidad adaptativa que la vida puede presentar en función de los recursos que tenga a su disposición, lo cual pudiera también ser válido en cualquier otro lugar del Universo que ofrezca semejantes cualidades.

La singularidad de un punto azul

Ser el tercer planeta rondando al astro rey de nuestro sistema mediante una órbita particular, aunado al hecho de estar habitado, ha permitido el desarrollo de los cálculos necesarios para dilucidar el rango en el que potencialmente se pudiese desarrollar vida al rededor de los soles de los otros sistemas, e incluso en otras galaxias, lo que se ha convertido en el principal recurso para el desarrollo de complejas líneas de investigación basadas en los principios e incógnitas de la astrobiología, marcando la búsqueda de rastros de vida en otros planetas, lunas y demás cuerpos espaciales, una nueva era científica que ya no nos contempla como el centro del Universo.

Y, aunque por los momentos no se ha podido dar con alguna otra forma de vida más allá de los confines del planeta Tierra, sí que ha podido ser evidenciada la presencia de muchos de los elementos y recursos necesarios para su existencia dentro del rango de la zona de habitabilidad estelar de nuestro propio sistema solar, según lo observado hasta ahora en Marte y lunas como Europa y Encelado de Júpiter, como ejemplos más cercanos, lo cual ha permitido extrapolar los análisis y el deseo de búsqueda hacia otros sistemas cada vez más lejanos, encontrando sorprendentes similitudes y expandiendo los confines de la astrobiología y la tecnología espacial hacia cada rincón posible del Universo, generando como consecuencia directa un profundo cambio de perspectiva sobre la magnificencia con la que contemplábamos la exclusividad de nuestra existencia, para dar origen a todo tipo de hipótesis, ya desde una base científica concreta, que permiten ajustar la ecuación en el juego de sustancias y elementos que sustentan la vida conocida, hacia posibles combinaciones sugerentes de alternativas moleculares tan radicales que acercan cada día más la realidad a la ficción con la que se ha fantaseado hasta ahora sobre la posible compañía que pudiera existir en el infinito espacio exterior.

En este sentido, la Tierra permite establecer a la ciencia los parámetros comparativos que orientan hacia la comprensión de los procesos que condicionan y sustentan la vida, guiando así la búsqueda de los potenciales sustitutos químicos y permitiendo la variabilidad de los rangos en los fenómenos físicos, según lo aprendido de los propios extremófilos terrestres, gracias a la diversidad de condiciones climáticas, geográficas y ambientales presentes en nuestro tan heterogéneo y singular hogar azul con algunas manchas de tierra.

Por: Serena Cuoghi. Profesora de Biología egresada de la UPEL. Docente especialista en Dificultades de Aprendizaje. Experta en PNL y Superaprendizaje. Desempeño en Ciencias Biológicas, e investigadora en Biodescodificación.

Art. actualizado: Mayo 2024; sobre el original de noviembre, 2013.

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