Importancia de Saber Escuchar
Para una buena comunicación debemos saber escuchar, lo que empieza por tener la voluntad o intención real de hacerlo. Se trata, no de esperar a que el otro termine de hablar para dar nuestro punto de vista, sino de concentrarnos en lo que se nos quiere transmitir, conectar con esa versión de la realidad que nos propone, debido a que existen muchas formas de entender un mismo hecho.
No obstante, el emisor también tiene un papel fundamental en relación a los modos en que se expresa, para facilitar o dificultar su comprensión. Para una escucha plena debemos considerar cómo se enuncian las palabras, el tono de voz y los sentimientos o emociones que acompañan y tiñen ese discurso, por ejemplo: indiferencia, miedo, arrepentimiento, amor, ira, irritación, apatía. Esto puede captarse por medio de los gestos, actitudes corporales y expresiones faciales, que acompañan la lengua.
Hay personas más habilidosas para escuchar, pero con la práctica esta capacidad puede mejorarse de modo significativo, si es algo que interfiere en nuestro desenvolvimiento social o no estamos satisfechos con nosotros mismos en este punto.
Efectos durante una discusión
Cuando no hemos podido escuchar antes o eso no ha evitado nuestra incomodidad/molestia, tiene lugar lo que entendemos como una discusión, conflicto o pelea. En medio de una disputa es quizás el momento más difícil de atender a lo que nos dicen, pero también es sumamente enriquecedor para resolver los desacuerdos y llegar a un acuerdo.
Algunos ejes a considerar son: no interrumpir, no reaccionar impulsivamente, contener la respuesta hasta que la otra persona termine de hablar, darse tiempo para procesar la información recibida, no dar por supuesto cosas -y, en consecuencia, preguntar para esclarecer, cuando sea nuestro momento de hablar-.
Es crucial siempre escuchar con respeto, paciencia, atención, valorando el punto de vista ajeno, tratando de comprender y empatizar, aunque pensemos distinto.
Escuchar a los niños
Para acompañar un desarrollo sano y feliz de nuestros hijos, así como escuchamos al pediatra y a otros profesionales que nos guían en la crianza, es necesario escuchar a los pequeños, que son los protagonistas de su propia historia, en las formas en que ellos puedan expresarse, acorde a su edad.
Para desarrollar una buena autoestima es importante sentirse apreciados y valorados, tenidos en consideración. Por medio de una escucha atenta, los niños entienden y experimentan que su visión del mundo es preciada.
¿Qué escuchamos? Sus necesidades, intereses, capacidades, estados de ánimo. ¿Cómo? Cuando son pequeños, por medio de actitudes y gestos corporales, balbuceos, mirada atenta, malestares físicos, llanto o expresiones de alegría. Luego, a medida que van creciendo y adquieren el lenguaje, también podemos escuchar sus palabras y alojar su malestar o compartir su alegría.
Poner en palabras lo que ellos no pueden, les ayuda a procesar sus sentimientos y emociones, tolerar la frustración, aceptar los límites -aunque es sano también revelarse, especialmente en ciertas edades, siendo un signo de autonomía- y tramitar angustias. Por ejemplo: “te gusta jugar con la pelota”, “estás triste porque ya tenemos que ir a casa”, “querías jugar con tal objeto, pero no se puede porque es peligroso y te enojaste cuando te dijimos que no, ¿buscamos juntos otra cosa con la que sí se pueda jugar?”.
Saber escuchar en Psicología
La escucha profesional se distingue por sostenerse en conocimientos de la ciencia y no del sentido común. Se aprende en las universidades y requiere de un título habilitante. Se escucha con un marco teórico determinado -Ej.: Cognitivismo, Psicoanálisis, Terapias Sistémicas-; nunca es una escucha neutral, se escucha desde un lugar determinado, un posicionamiento ético y conceptual.
Saber escuchar, conocer los ejes a tener en cuenta para ello, es uno de los pilares para desempeñar de modo acorde el rol del psicólogo.
Desde el Psicoanálisis, debe darse lugar al despliegue de la palabra de quien consulta, aquejado por un malestar. Mientras se escucha, se suspende el juicio propio y no se jerarquizan las ideas; para ello se habla de la “atención flotante” del analista -y la asociación libre del paciente-. Luego todo irá cobrando tal o cual sentido para el sujeto, hilándose en una trama singular.
El psicólogo escucha no para dar respuesta o indicaciones, pues el único que debe decidir sobre su vida es el mismo sujeto, sino para devolverle sus propias palabras, descubriendo cosas que no sabía que sabía, abriendo nuevos caminos para poder ser un poco más libres y más dueños de la propia existencia. También puede derivar a otros profesionales -ej.: terapista ocupacional, psiquiatra, psicólogo especializado en cierta temática- de ser necesario.
El psicólogo es su propia herramienta de trabajo, por lo que su formación continua, la ética profesional y el compromiso con su trabajo son clave para una buena escucha. La supervisión de casos es otra herramienta sumamente útil.
Todo lo que cuenta el paciente queda resguardado por el secreto profesional, excepto que exista un riesgo cierto e inminente para sí o para terceros, se pretenda evitar un delito o el psicólogo necesite defenderse de una denuncia efectuada por el paciente.
Imágenes: B.B., Kpdmedia
Trabajo publicado en: Nov., 2021.
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