Definición de Pánico
Licenciada en Psicología
El pánico puede entenderse como una manifestación de miedo intenso acompañado de una sensación abrumadora de pérdida de control, desmayo o inminente fatalidad, que da lugar a síntomas como palpitaciones, sudoración, temblores, sensación de ahogo, opresión torácica, malestares abdominales, mareos, entumecimientos, entre otros. Estos síntomas parecieran presentarse de manera abrupta e imprevista durante un ataque de pánico, requiriendo la presencia de al menos cuatro de estos indicadores físicos y emocionales. Para considerar la existencia de un trastorno de pánico, es crucial la recurrencia inesperada de estos ataques, así como la persistencia durante al menos un mes de la preocupación ante la posibilidad de nuevos episodios, junto con cambios significativos en el comportamiento del individuo para evitar desencadenarlos.
Según Barlow (1988), el primer episodio de pánico se percibe como una disfunción en el sistema de alerta frente a situaciones estresantes. La sensibilidad hacia los síntomas de ansiedad, sumada a las creencias asociadas sobre ellos y su interpretación en el entorno circundante, desempeñan un papel crucial en este fenómeno.
Consecuencias y expresiones del pánico
Tras un ataque de pánico, el individuo experimenta un agotamiento psicofísico significativo y, en ocasiones, un temor persistente a una repetición de la experiencia (conocido como «miedo al miedo»), alimentando un cambio sustancial en su comportamiento habitual.
La agorafobia puede desarrollarse al asociar las sensaciones internas con interpretaciones negativas y evitar ciertos entornos. Este fenómeno se manifiesta en temores hacia lugares concurridos, actividades físicas o viajes, lo que lleva a adoptar conductas de seguridad como el uso de objetos o la búsqueda constante de compañía.
Datos epidemiológicos del trastorno de pánico
Las estadísticas revelan que aproximadamente una de cada diez personas experimentará un ataque de pánico a lo largo de su vida, mientras que entre el 2% y el 5% de la población general padece este trastorno. El inicio suele situarse entre los 25 y 30 años, siendo las mujeres tres veces más propensas a verse afectadas.
Interpretando las sensaciones físicas
Durante un ataque de pánico, las sensaciones físicas son interpretadas de manera distorsionada. Por ejemplo:
A) Palpitaciones o taquicardia: Los pensamientos catastróficos que surgen ante estos síntomas suelen incluir la idea de «voy a morir» o «estoy sufriendo un infarto». Sin embargo, en situaciones de peligro real o imaginario, el corazón se acelera para enviar más sangre a las áreas necesarias para una reacción de alerta, preparando el cuerpo para la lucha o la huida.
B) Sensación de ahogo o falta de aire: A menudo se interpreta como «me voy a asfixiar» o «no puedo respirar, me estoy ahogando». Sin embargo, la experiencia clínica indica que nadie ha fallecido por asfixia durante un ataque de pánico. De hecho, la hiperventilación durante el pánico incrementa el oxígeno en la sangre. La respiración es una función automática y no voluntaria; se produce incluso sin estar consciente de ello.
C) Mareos: La sensación de desmayo es común durante un ataque de pánico, pero la realidad es que rara vez alguien llega a perder el conocimiento. La presión arterial tiende a elevarse en lugar de descender durante estos episodios. Además, la tensión en el cuello que resulta del miedo a estas sensaciones disminuye el flujo sanguíneo hacia la cabeza, causando mareos.
D) Opresión o dolor en el pecho: La percepción de «tener un ataque cardíaco» se origina por la tensión de los músculos intercostales debido a la hiperventilación o a mantener los pulmones excesivamente llenos de aire. Las contracturas en el cuello o la espalda pueden irradiar el dolor en esta área.
E) Hormigueo en las extremidades: Sensaciones de debilidad, entumecimiento o calambres suelen relacionarse con un mayor flujo sanguíneo en áreas específicas del cuerpo, dejando otras zonas con menor irrigación. Esta respuesta fisiológica, en caso de una herida real, disminuiría el riesgo de hemorragia.
F) Náuseas o malestar abdominal: Este malestar responde a los efectos normales de la ansiedad en el sistema digestivo; a medida que la ansiedad disminuye, estas molestias mejoran.
G) Temblores, pinchazos o parestesias: Estas sensaciones se originan por la excesiva tensión muscular.
H) Percepción alterada: La sensación de «volverse loco» o de perder el control es frecuente durante los ataques de pánico. Sin embargo, esto difiere de una pérdida prolongada del contacto con la realidad. Por otro lado, la hiperventilación reduce el oxígeno en el cerebro, dilatando las pupilas y mejorando la visión periférica para detectar posibles amenazas.
Al interpretar estos síntomas desde una perspectiva más objetiva, se puede entender que el cuerpo está respondiendo a una percepción errónea de peligro, desencadenando reacciones fisiológicas que, aunque incómodas, no representan un riesgo inminente.
Abordajes terapéuticos desde lo Cognitivo Conductual
El tratamiento cognitivo-conductual se enfoca en desafiar estas interpretaciones distorsionadas y las conductas evitativas. La revisión de creencias catastróficas y la exposición gradual a las sensaciones físicas vinculadas al pánico son aspectos cruciales para restablecer la tolerancia a las sensaciones físicas y superar el trastorno.
Art. actualizado: Dic. 2023; sobre el original de junio, 2010.
Referencias
Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.Ballester y Botella (1997) Trastorno de pánico: evaluación y tratamiento. Martínez Roca. Barcelona.
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