Definición de Disenso
Profesora en Filosofía
1. La palabra disenso significa estar en desacuerdo con/sobre alguien o algo. Puede estar relacionado tanto con una diferencia de ideas o intereses, como con un conflicto.
2. Derecho. Disolución de un acuerdo por una de las partes antes de la finalización del plazo establecido en contrato.
Etimología: Por el latín dissensus, respecto del verbo dissentīre, a partir del prefijo dis-, en función de oposición, rechazo, y el verbo sentīre, de ‘sentir’.
Cat. gramatical: Sustantivo masc.
En sílabas: di-sen-so.
Disenso
Entendemos por disenso al desacuerdo o la diferencia de pensamiento entre dos o más partes respecto de un tema o una cuestión en debate. El término proviene del latín dissentio, que plantea la idea de tener/expresar una postura opuesta, con base en el verbo dissentīre, que se traduce como ‘disertar’, ‘disputar’ acerca de algo o bien o ‘discutir’ un asunto.
Valoraciones en torno al disenso
Usualmente, se considera al disenso de forma negativa, puesto que se lo compara con el consenso como situación ideal o se lo refiere a un acuerdo establecido previamente. También, se asocia al disenso con un rasgo característico de las minorías. En estos casos, el disenso es entendido como la negación del consentimiento respecto a algo que no se desea y que alguien más propone, es decir, la afirmación de algo que no se quiere.
Por el contrario, el disenso puede ser tomado, por la positiva, como una afirmación plena de una alternativa diferente a la dada y no solo como una mera negación de aquella. Teniéndolo en cuenta de esta manera, el disenso funciona como un fundamento ético-político para los contextos democráticos, en los cuales no se aspira a un acuerdo total y absoluto entre las partes. En este sentido, la valoración moral no dependería formalmente de que exista consenso o disenso respecto de los actos llevados a cabo por un grupo social o sus autoridades políticas —por ejemplo, los actos de gobierno—, sino que aquella involucraría también el contenido de esas acciones. Así, por ejemplo, en el caso de la guerra, puede existir un consenso mayoritario al interior de una sociedad para la invasión de los territorios de otro pueblo y, no obstante, ello resultar una acción moralmente condenable desde un punto de vista no interesado.
Paradójicamente, la valoración negativa del disenso conduce en potencia a la afirmación de actitudes totalitarias, en la medida en que se niega la posibilidad del desacuerdo y la diferencia, en pos del pensamiento único. Bajo los Estados modernos, la condena del disenso y su asimilación a la transgresión y la rebeldía constituyó históricamente un rasgo característico, así como la negación de la conflictividad social. Esto, con frecuencia, en lugar de ofrecer una solución, simplemente ha operado profundizando los desacuerdos sociales que, entonces, pasan inadvertidos.
Consenso, disenso y comunidad
La figura del consenso, por oposición a la del disenso, en la actualidad se asume generalizadamente como principio regulador del debate político, de manera que acaba por obturar la posibilidad del desacuerdo, derivando en un “falso diálogo” en el que las diferencias entre las partes quedan disimuladas. En la actual coyuntura, signada por las democracias liberales, la noción del consenso ha sido cuestionada por algunos autores en tanto respondería, en última instancia, a un “falso diálogo” en el que los actores simplemente toleran a los otros (por ejemplo, en el caso del pensador italiano contemporáneo Massimo Cacciari (1944)).
Siguiendo al filósofo argelino Jacques Rancière, la actual política del consenso —ligada a lo que él denomina policía, a efectos de nombrar la gestión de aquello que es escuchado como discurso y aquello que se considera ruido— constituye, en última instancia, una negación de la verdadera política, puesto que traduce el conflicto en una negociación que invisibiliza y excluye los intereses de los grupos marginados por el poder (asignándoles el estatus de “ruido”).
Frente a tal diagnóstico, Rancière propone un ejercicio de re-partición de lo sensible, es decir, una reestructuración de las lógicas imperantes de la política del consenso, en dirección a una política del disenso, que tome como punto de partida la aceptación del otro como sujeto capaz de articular un discurso antagónico. En este sentido, el filósofo se refiere particularmente al ámbito de lo sensible, puesto que dicha reestructuración consiste en volver visible lo invisibilizado, o hacer escuchable lo que no era escuchado sino como ruido, transformándolo así en un discurso legítimo. Tal ejercicio permitiría, luego, la apertura de espacios de disenso, los cuales resultan indispensables para que tenga lugar la actividad política en el seno de una comunidad.
Art. actualizado: Marzo 2023; sobre el original de abril, 2013.
Referencias
García de Diego, V. (1982), Diccionario ilustrado “Vox”, latino-español, español-latino, Bibliograf, Barcelona.Buela, A. (2004). Teoría del disenso. Utopía y praxis latinoamericana, 9(27), 75-85.
Dow, S. R. (2008). Por una re-partición de lo sensible: disensos y aperturas de nuevos espacios. Una lectura de la estética y la política en J. Rancière. Signo y pensamiento, 27(53), 104-127.
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