Definición de Educación Sexual
Licenciada en Psicología
La educación sexual no se reduce a una mera transmisión de conocimientos, sino que involucra el desarrollo de las competencias personales necesarias para autorrealizarnos en las diversas esferas de la vida sexual. Por ejemplo, en cuestiones que tienen que ver con la construcción de la identidad personal, a partir de aprender a escuchar nuestras propias necesidades, a decir que sí y a decir que no, a reconocer nuestros deseos, a aprender qué nos gusta, qué no y a conocernos a nosotros mismos. La educación sexual nos permite analizar nuestras actitudes, nuestros sistemas de valores y la forma de comunicarnos con los demás.
La Educación Sexual no implica necesariamente hablar de sexo ni enseñar un conjunto de técnicas de auto o hetero estimulación. Tampoco implica hablar exclusivamente de la reproducción. En cualquiera de estos casos estaríamos cayendo en un reduccionismo. Sin embargo, no es sencillo no caer en ellos, ya que la sexualidad ha sido y sigue siendo, aunque no de la misma manera, un tema tabú a lo largo de la Historia, así como objeto de disputas políticas que impactan directamente en nuestra subjetividad.
Por estas y otras cuestiones, su enseñanza y conceptualización se han visto sesgadas y parcializadas, llevándonos incluso a identificarla exclusivamente con la genitalidad. Sin embargo, podemos afirmar que si bien la sexualidad involucra a los genitales, no se reduce a ellos. Esta visión restringida de la sexualidad, que nos ha llevado a identificarla con la genitalidad, ha ido de la mano de una educación sexual que se ha centrado, principalmente, en advertir sobre los riesgos que el ejercicio de la misma pudiera conllevar, haciendo especial hincapié en la prevención de embarazos no deseados y de las infecciones de transmisión sexual. Es así que, los ejes desde los cuales se la ha abordado comúnmente han puesto el foco en los aspectos biológicos, brindando descripciones fisiológicas, anatómicas y funcionales sobre los sistemas reproductivos y los cambios corporales que se dan a lo largo del ciclo vital, desde una lógica androcéntrica, hetero normativa y cis sexista. Este modelo educativo, basado en un reduccionismo biologicista, fue el tradicionalmente reproducido por las instituciones escolares. De esta manera, se ha dejado de lado una multiplicidad de cuestiones que tienen que ver con el desarrollo de una sexualidad positiva y saludable, la cual no involucra solamente la ausencia de enfermedades o la evitación de embarazos no deseados.
Hacia un cambio de paradigma en la Educación Sexual
Actualmente, se reconocen a los Derechos Sexuales y (no) Reproductivos como parte de los Derechos Humanos Universales. Por lo que la educación en materia de sexualidad constituye también un derecho de todas las personas y una obligación de los Estados nacionales de garantizar el pleno ejercicio del mismo. En muchos países, como en Argentina, la Educación Sexual está formalizada en una ley de Educación Sexual Integral.
En un sentido amplio, la educación sexual tiene que ver con una serie de aprendizajes sobre el propio cuerpo, sobre cómo relacionarnos con él de forma consentida, amable y respetuosa y cómo hacerlo, de igual forma, con las demás personas. La educación sexual implica trabajar en el desarrollo de la autonomía y soberanía del cuerpo propio para poder tomar decisiones responsables en torno a la sexualidad. De esta manera, hoy en día se integran como parte de la educación sexual cuestiones que tradicionalmente quedaban por fuera, tales como el reconocimiento y la expresión asertiva de las emociones, la valorización de los afectos, la equidad entre los géneros, el respeto a la diversidad de orientaciones sexuales e identidades de género.
También, se promueve el desarrollo de un pensamiento crítico que permite desescencializar comportamientos que tradicionalmente se creían naturales, pero que en realidad sabemos que tienen su origen en el contexto social, como por ejemplo la distribución de ciertos roles sociales en función del género. En este sentido, la educación sexual nos permite darnos cuenta de cómo reproducimos estereotipos y representaciones sociales que legitiman desigualdades y relaciones de poder injustamente asimétricas y de cómo somos víctimas y ejercemos violencias.
El rol del Educador Sexual
Dentro de este paradigma, el rol del educador es el de un facilitador que contribuye a la formación y desarrollo de la capacidad crítica de las personas para decidir de forma libre, responsable y respetuosa sobre su propio cuerpo, así como la promoción de relaciones interpersonales que se fundamenten en prácticas respetuosas y en valoraciones positivas de la diversidad. En definitiva, el educador sexual debe contribuir al enriquecimiento personal.
Trabajo publicado en: Oct., 2022.
Referencias
Baez J. y González del Cerro C. (2015). Políticas de Educación Sexual: tendencias y desafíos en el contexto latinoamericano. En: Revista Del IICE, (38), 7-24.Flores, Valeria. (2015) “ESI: Esa Sexualidad Ingobernable. El reto de desheterosexualizar la pedagogía”
Morgade, G. (2011), Comp. Toda educación es sexual: Hacia una educación sexuada justa.: La Crujía, Buenos Aires. Argentina.
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