Significado de obsolescencia programada Definición, ejemplos, y surgimiento
Periodista esp. e investigador
Definición formal
La obsolescencia programada es una técnica oculta que pauta la muerte o el empobrecimiento en la calidad de un producto (sin limitarse a smartphones), forzando a que uno adquiera uno nuevo.
Apple y Samsung fueron multadas en Italia (*octubre 2018) en 10 y 5 millones de euros respectivamente por esta práctica. En ambos casos se acusó de obligar a instalar una actualización del sistema operativo que ocasionaba que los equipos funcionaran con más lentitud, en iPhone 6 a partir de un software ideado para la versión 7 del smartphone, y en Note 4 mediante un SO pensado para los modelos Note 7. Es fundamental destacar que ambas empresas empujaron a la actualización, sin permitir que el usuario puede elegir realmente.
Debe apreciarse que los smartphones actuales tienen una capacidad técnica muy alta, y ya no se advierten mejoras significativas en el horizonte, y es difícil que incluso los más modernos aplicativos tengan una incidencia en el rendimiento, motivo por el cual los usuarios cada vez demoran más en cambiar de equipo.
Surgimiento y reconocimiento de esta práctica
Quien acuñó el término en 1932 fue Bernard London, un agente inmobiliario que pretendió acabar con la Gran Depresión en los Estados Unidos llevando a los consumidores a comprar periódicamente, algo que empezaría a mover nuevamente la rueda del consumo y, con ello, la economía.
No obstante, el término llegó con fuerza a la ciudadanía, empezando por los Estados Unidos, en 1954 por boca del diseñador industrial Brooks Stevens, quien lo empleó como título para una de sus conferencias.
Y, no obstante, podríamos remontar el origen de esta práctica a mucho antes, concretamente al año 1901, cuando el inventor Thomas Alva Edison creó un prototipo de bombilla incandescente con una vida útil limitada a 1.500 horas de funcionamiento.
Con posterioridad, los primeros fabricantes de bombillas se asociaron para limitar la vida útil de su producto e, incluso, penalizar a los fabricantes que no cumplieran con dicha norma. Estos productores se asociaron en lo que se dio a conocer como Cártel Phoebus, una entidad que incluía nombres tan conocidos aún hoy en día como Philips, Osram o General Electric.
Cabe destacar que, hoy en día, todavía alumbra (en un parque de bomberos, a fecha de 2019) una bombilla fabricada antes de esta norma, es decir, que lleva más de un siglo dando luz a sus usuarios. Se en cuentra en el parque de bomberos de Livermore (California, Estados Unidos), y seguramente todavía le queda cuerda para rato…
Y es que antes -y en eso tienen razón nuestros abuelos- las cosas se hacían para durar.
Ejemplos de obsolescencia programada en el sector tecnológico
En un sector de consumo tan agresivo como es el tecnológico -y, más aún dentro de este, el de los smartphones-, la obsolescencia programada se palpa en cada segmento.
Por ejemplo, las impresora están limitadas en cuanto al número de páginas totales que pueden imprimir a lo largo de su vida útil. Famoso es el caso de las impresoras Epson y los vídeos publicados explicando cómo se podía eliminar el chip que contenía la información para limitar su vida útil, extendiendo por lo tanto de forma indefinida su periodo de servicio.
Otro caso famoso es el del primer reproductor iPod, cuya batería estaba preparada para durar unos 18 meses como máximo, impulsando de esta forma a que el poseedor de uno de estos aparatos se comprara la siguiente versión, que ya habría salido al mercado dentro de dicho periodo.
Hay muchas formas en que las compañías fabricantes de dispositivos pueden hacer pasar a mejor vida sus creaciones:
- Dejando de prestarles servicio técnico. Ello incluye los recambios y también el software. Cuando a un sistema operativo no se le tapan los agujeros de seguridad que se le van encontrando, se lo condena a muerte.
- Incompatibilizándolos. Por ejemplo, computadoras que no pueden actualizarse a la siguiente versión de Windows. Los motivos, la mayoría de las veces, son muy peregrinos.
- Marketing. El caso de los smartphones clama al cielo: cada año, una nueva versión, con ligeras mejoras y una machacona campaña publicitaria en el caso de las principales marcas para conducirnos a cambiar nuestro terminal (ya viejo) por el nuevo. En este caso, los culpables acabamos siendo nosotros, que nos dejamos caer en la tentación. Crear la necesidad también es otra forma: ¿de verdad necesitabas tan imperiosamente sustituir tu televisor por un smart TV? ¿y luego comprarte un 4K?
Nefastas consecuencias de uso
La obsolescencia programada en el sector tecnológico provoca un incremento desmedido en la producción de residuos electrónicos, los cuales son de difícil reciclaje.
Quien más, quien menos, todos hemos leído noticias o visto reportajes sobre los vertederos de residuos electrónicos del tercer mundo, a los cuales van a parar los despojos de los dispositivos que se tiran a la basura en el primer mundo.
Dichos despojos, muchas veces dejados a la intemperie, hace que se filtren a las aguas y en las tierras substancias dañinas para la salud humana, contaminando acuíferos y afectando a poblaciones enteras.
La solución está en exprimir al máximo nuestros dispositivos, sin cambiarlos antes de tiempo por un simple capricho, e intentar siempre dar una salida útil al viejo dispositivo.
Por ejemplo, en el caso de un smartphone, podemos utilizarlo para conectarlo (con los cables adecuados) a un televisor, y disfrutar así de un smart TV, en el cual el teléfono (que ya no utilizamos como tal) funciona dotando de “inteligencia” al televisor. También podemos darlo a algún familiar.
Trabajo publicado en: May., 2019.
Ilustraciones: Pedro
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