Protocolos de los Sabios de Sión - Definición, Concepto y Qué es
Periodista esp. e investigador
Pese a que su falsedad fue desenmascarada poco después de su publicación, éste ha sido el libelo más utilizados por las organizaciones antisemitas de toda clase (como el partido nazi en Alemania y Austria en la década de los 30 y principios de los 40) para desacreditar a la población judía. Y todavía hoy, algunos se lo creen.
Los Protocolos de los sabios de Sión es la falsificación de un supuesto libro de actas de reuniones de una cúpula sionista, encargado por un alto dirigente de la policía política zarista con el propósito de denunciar un complot judío mundial y, con ello, desprestigiar y criminalizar a la comunidad judía.
Las comunidades judías han sido vistas, en muchos casos a lo largo de toda la historia (España a finales del siglo XV, Rusia en el cambio del siglo XIX al XX, o Alemania en los años 30-40) como una “amenaza” a la civilización y la cultura occidental en general y del país en cuestión en cada momento histórico, y también como una amenaza al poder político del mismo país.
Esa búsqueda de la culpabilización de una comunidad nacional (no olvidemos que, por ejemplo, en la Primera Guerra Mundial, los judíos franceses o alemanes lucharon por sus respectivos países en bandos opuestos) responde muchas veces al interés creado de encontrar un “enemigo interno” sobre el cual sacudir las culpas de un problema o crisis que se ha creado por la situación imperante o por culpa de todos.
En el caso de la Rusia de finales del XIX y principios del XX, la inestabilidad político-social fruto de la pobreza generalizada que llevaba a los obreros y al campesinado a mirar con recelo a la nobleza, y a un sistema que poco había evolucionado desde el feudalismo y que dividía la sociedad en una pequeñísima clase noble, una pequeña (comparada con otros países que habían ido evolucionando, como la Gran Bretaña) clase media, y una gran clase obrera y campesina muy maltratada por los terratenientes y empresarios.
A estos factores, ya con posterioridad se les unirían las derrotas militares (como en la Guerra ruso-japonesa de 1904 a 1905) debidas a la inoperancia de la cúpula militar, reservada a la nobleza, y al desprestigio de la casa real de los Romanov. Pero no adelantemos acontecimientos.
No se conoce con certeza el autor de los Protocolos, pero se sabe con certeza que fue un encargo de Piotr Rachkovski, jefe de la delegación en París de la Ojrana, la policía política zarista.
Fueron publicados por primera vez en San Petersburgo (por entonces, capital del Imperio Ruso) en 1902, pero no ganaron popularidad hasta finalizada la Primera Guerra Mundial.
El texto en sí es un plagio de varias obras, entre la cuales figuran un panfleto contra el emperador francés Napoleón III titulado “Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu” (Maurice Joly, 1864), la novela Biarritz (Hermann Goedsche, 1868) que también contenía elementos antisemitas sobre reuniones clandestinas, y “El estado judío” (1896), de Theodor Herzl.
Este último libro, que sentó las bases del Sionismo, abordaba el problema del antisemitismo, y proponía como única solución posible la fundación de un estado-nación para los judíos. Se atribuye a la doctrina de Herzl una gran influencia para la creación del estado de Israel en 1948.
Obviamente, en los Protocolos las afirmaciones de Herzl son sacadas de contexto y ridiculizadas para dar la imagen de que lo que buscaban los sionistas era conquistar el mundo.
En su diáspora tras perder la guerra civil posterior a la revolución, los rusos blancos llevaron los Protocolos al resto del mundo.
Esto incluía una Alemania que, tras perder en la Primera Guerra Mundial, se encontraba descolocada y necesitada de explicaciones para justificar su derrota.
Un “malévolo” plan judío para la dominación del mundo que supusiera derrotar a la “superior” civilización germana parecía la excusa perfecta, y los radicales nacionalistas y antisemitas adoptaron los Protocolos como náufrago que le va la vida en un salvavidas.
En los Estados Unidos, el empresario Henry Ford (sí, el mismo fundador de la Ford Motor Company y reconocido antisemita) fue uno de los principales avaladores de los Protocolos, no dudando en pagar de su propio bolsillo una extensa edición que fue enviada a todos los rincones de los Estados Unidos.
En agosto de 1921, el rotativo británico Times desveló el engaño indicando las fuentes de las que se nutría el libelo.
Pudo hacerlo gracias a una delación anónima de un ruso relacionado, de alguna forma, con la concepción del libro.
Pese a que su origen había sido destapado, los antisemitas continuaron considerándolo verdadero y, por lo tanto, utilizándolo en sus campañas de desprestigio.
Buena muestra de ello es que los mismos nazis todavía lo utilizaban a principios de los 30, cuando ya hacía una década que se había probado su falsedad.
No obstante, es cierto que, a medida que el régimen se establecía en el poder, los Protocolos dejaron de ser tan utilizados en las campañas antijudías, y pasaron a ser algo secundario.
Actualmente, la repercusión de los Protocolos es escasa por no decir nula en occidente (a excepción de los movimientos ultraderechistas y antisemitas), pero se mantiene en los países árabes vecinos de Israel.
Foto: Fotolia – william87
Trabajo publicado en: Feb., 2018.
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