Segunda República Española - Definición, Concepto y Qué es
Periodista esp. e investigador
Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 en España dieron un vuelco total a la situación política, que acabaría desembocando, en 1936, en la insurrección armada reaccionaria que, en 1939 conseguiría el triunfo en la subsiguiente Guerra Civil, llevando a la dictadura franquista que duraría 37 años.
Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 dieron un amplio triunfo a las fuerzas republicanas en las zonas urbanas, no así en las zonas rurales.
Este fenómeno puede explicarse en parte por un voto más tradicionalista en las zonas rurales, y también por la acción de los caciques, terratenientes con vinculaciones con los industriales y la nobleza, que ejercitaban un férreo control de los pueblos, y también de los votos, que compraban o forzaban.
Estas trampas eran más difíciles de llevar a cabo en las ciudades que, además, eran entornos más politizados y en los cuales residían grandes masas obreras votantes de los partidos de izquierdas, los que a su vez eran partidarios de una forma de gobierno republicana.
La monarquía española, encabezada por el rey Alfonso XIII, había quedado desprestigiada a ojos de buena parte de la población española, que demandaba un cambio.
El rey había apoyado la dictadura de Miguel Primo de Rivera, la cual había sido derrocada por el mismo monarca envuelta en un escándalo. Económicamente, España no pasaba un buen momento, y las aventuras coloniales en el norte de África habían costado sudor, sangre y lágrimas a la población civil que no había visto el beneficio de estas aventuras, el cual había ido a parar a los bolsillos de los grandes potentados.
La corrupción política, un problema endémico en España, también hacía mella en el prestigio del gobierno ante los ojos de los ciudadanos.
La diferencia abismal entre el número de concejales republicanos, que multiplicaban por tres o por cuatro a los monárquicos, en las grandes urbes, llevó a que las proclamaciones de una nueva república española empezaran a correr como la pólvora en las grandes ciudades de España.
Entre estas, la capital, Madrid, o Barcelona, capital de Cataluña y polvorín de un problema de integración de la región en el resto de España que dura hasta hoy con un fuerte movimiento independentista.
El 13 de abril, los republicanos son conscientes de su victoria, y pese que algunos monárquicos plantean la resistencia ante la voluntad popular, Alfonso XIII empieza las negociaciones para marcharse de España.
No abdicará hasta 1941, siendo un monarca en el exilio, un exilio en el que seguirá activo y participando en conjuras para dar un golpe de estado que restituya la monarquía, hasta el punto de colaborar económicamente con el bando fascista durante la Guerra Civil.
Viéndose fuertes, los republicanos exigen que el rey se marche de España, cosa que el monarca acepta hacer al día siguiente, 14 de abril.
El 14 de abril se proclama la Segunda República Española, con celebraciones multitudinarias en las grandes ciudades.
El republicano será, no obstante, un régimen que nace con el enemigo en casa, víctima a posteriori de las famosas “dos Españas” que ya cantaran varios autores y pintara el magistral Goya.
Las derechas, unidas a los monárquicos en la coyuntura, no perdonarán al régimen republicano su victoria y las medidas del nuevo gobierno que éste acarrearía, conspirando y trabajando desde el mismo día 14 para derribarlo.
El primer gobierno republicano sería encabezado por Niceto Alcalá-Zamora, que sería brevemente sustituido por Manuel Azaña antes de ser reelegido por el congreso
Durante los primeros meses y años, el periodo republicano se caracterizaría por su laicismo en un país tradicionalmente ligado al catolicismo, lo que provocó un conflicto entre el gobierno y la iglesia.
Las altas esferas eclesiales se alinearían con los opositores a la República, hasta el punto en que la iglesia apoyó oficialmente el alzamiento militar de 1936 y posteriormente dio también apoyo al régimen franquista.
La República también se enemistó con una serie de nobles, grandes terratenientes y empresarios, como el banquero Juan March (quien posteriormente sería el gran financiador de la aventura golpista de 1936).
Todas esas enemistades estaban provocando la escisión de la política española en dos bandos claramente diferenciados: los republicanos por un lado, y los contrarios por el otro. Dentro de esta última facción se contaban tanto monárquicos, como fascistas, la iglesia, y otras tendencias socio-políticas diversas pero enfrentadas al pensamiento republicano.
Si bien algunos sectores del ejército eran manifiestamente republicanos, otros seguían siendo monárquicos, con otros que admiraron el crecimiento de los totalitarismos en Europa, especialmente el italiano y el alemán.
Si bien los militares monárquicos permanecieron quietos al principio, como conteniendo la respiración siguiendo las instrucciones de Alfonso XIII, la tensión se fue acumulando y los militares monárquicos y anti-republicanos empezaron a hablar de pasar a la acción.
Esta acción se materializaría el 18 de julio de 1936, pero con anterioridad, en agosto del 32, se había producido en Sevilla la denominada Sanjurjada, un intento fallido de alzamiento militar liderado por el general José Sanjurjo (de ahí su nombre). Este, en 1936, se sumaría al bando sublevado.
La República redujo el número de efectivos del ejército, y cambió cargos a medida que algunos mandos se fueron mostrando públicamente disconformes con las acciones del gobierno.
Esto fue tomado por muchos militares como un intento de los políticos republicanos de menoscabar su poder y presencia en la sociedad, lo que empujó a muchos mandos a alinearse de forma activa (y ya no sólo pasiva) con el bando contrario a la República.
Las autoridades republicanas buscaban modernizar la institución castrense, anclada a todos los niveles en el pasado, aunque tampoco hay que descartar que en el proceso intentara librarse de mandos políticamente molestos.
Pero las tensionsiones no solamente le vinieron a la República por la derecha, sino también por la izquierda.
Es el caso de la revolución de Asturias de 1934, protagonizada por obreros de izquierdas y que fue duramente reprimida por el ejército, a cuyo mando se encontraba, entre otros, el general Francisco Franco, futuro dictador con el título de “generalísimo”.
La llamada “cuestión catalana” fue otro de los puntos sensibles que tuvo que afrontar la II República Española.
En abril de 1931, Francesc Macià había proclamado la República Catalana en el marco de un estado federal ibérico que, para entonces, no existía, con la esperanza de forzar una unión que permitiera a Cataluña dar el paso definitivo hacia la independencia.
Tras negociar con Madrid, Macià renunciaba a la República Catalana en favor de una amplia autonomía y la restauración de la Generalitat, el órgano de gobierno tradicional de Cataluña desde la edad media.
Finalmente, las reformas sociales también fueron otro puntal de la República y motivo de tensiones sociales.
La reforma agraria, un tema siempre pendiente en España, se planteó en términos de algunas expropiaciones y de ventajas para los jornaleros, cuya figura había sido muy degradada en el sur del país por los abusos de los terratenientes.
El 18 de julio de 1936, la República sufrió su golpe más devastador, que a la postre acabaría con ella: el intento de golpe de estado liderado por el estamento militar que, tras su fracaso, desembocaría en una cruenta guerra civil que acabaría tres años después con la derrota de la República.
No obstante, la República no moriría, sino que se exiliaría; diversos países, como Francia o México, acogerían los organismos de gobierno republicano en el exilio, que colaboraría con el bando aliado durante la Segunda Guerra Mundial y sería traicionado por éste debido a lo que ya se entreveía de la Guerra Fría, para la cual los países occidentales contaban con el régimen de Franco com aliado.
La II República Española terminaría formalmente en 1977, cuando la transición buscó reconciliar las posiciones enfrentadas desde 1936.
La nueva España surgida tras la dictadura franquista abrazó la monarquía, con el rey Juan Carlos I como una figura de consenso que podía aglutinar tanto las derechas moderadas, como el ejército, así como las izquierdas.
Idealizada por unos, demonizada por otros, la II República Española no ha sido olvidada, y algunos aspiran a reeditarla en lo que sería la III República. Pero esa, ya es -o, más bien, será- otra historia.
Trabajo publicado en: Jul., 2018.
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