Definición de Subjetividad
Doctora en Historia
Desde una apreciación amplia, la subjetividad aborca todos aquellos significados que un sujeto cognoscente -el que conoce- tiene internalizados sobre el mundo que le rodea (objetos, seres, espacios, ideas). La subjetividad es la carga cultural, social, política, ideológica, económica, familiar y del contexto global que permite a un individuo apropiarse de algo conociéndolo a través de los filtros que le sitúan en un momento determinado del espacio y tiempo.
Principios y alcance del término
Hay una imposibilidad para apreciar un atardecer, por ejemplo, sin el conocimiento previo y elemental de que existen “cosas” que llamamos “cielo”, “sol”, “luz” y fenómenos naturales, leyes físicas y de rotación y traslación de la Tierra que permitan comprender por qué podemos observar el sol “perdido” en el horizonte. Para que ese momento de comprensión pueda lograrse ha sido necesario que el sujeto que está conociendo, es decir, observando ese atardecer, pueda caracterizarlo a través del lenguaje y esto sólo ha podido lograrlo con experiencias previas de acercamiento a la información donde aprendió tales cuestiones: primero a codificar y decodificar un lenguaje, luego con la educación formal -escuela-, o incluso a través de los saberes que los individuos aprenden en el primer núcleo social al que son expuestos, la familia. Ese sería uno de los múltiples filtros que un sujeto tiene internalizado, como unas gafas que no puede remover de su rostro.
Ahora bien, este conocimiento se vuelve único de cada individuo cuando, por ejemplo, se observa un niño que aún no sabe expresarse en forma oral o escrita y que, aunque puede percatarse -a través de los sentidos- de la existencia de dicho fenómeno que su entorno denomina “atardecer”, no puede traducirlo a un tipo de conocimiento que comprenda a cabalidad. Con este ejemplo es posible hablar de cómo la subjetividad de un adulto es completamente distinta de la subjetividad de un niño que no habla, pues el mundo que los ha marcado ha sido profundamente diferente, y por ello, las posibilidades que los han determinado para comprender su entorno son radicalmente distintas. Así la carga subjetiva será distinta entre un abuelo en India y una adolescente latinoamericana.
Sumado a ello, se puede hablar de un nivel más profundo de subjetividad, en el cual, dos sujetos que tienen la misma información interiorizada por medios similares les permiten conocer e identificar algo de la misma manera, por ejemplo, una clase de educación formal en la escuela que les permite comprender que están situados frente a un atardecer. Sin embargo, existe la posibilidad de que la sensación que cada uno tiene sobre lo que está experimentando a través de los sentidos físicos y que ha filtrado por la información que les permite nombrar aquello que están conociendo como “sol”, “cielo” “atardecer” sea completamente distinta. Esto puede ser el resultado de infinitas posibilidades que, más allá de la información sobre el atardecer que cada uno de ellos posee, su historia de vida ha constituido en sus historias personales.
Es probable que a uno de ellos le fascine observar un atardecer porque ese suceso lo ancla a un momento de su infancia junto a su padre, pues era una actividad que realizaban juntos y la ha registrado en su información neuronal como “buena”, “bonita” o “agradable”.
El otro, en cambio, puede ser que deteste ver el sol ponerse en el horizonte porque ese momento le recuerda la carencia económica del núcleo familiar donde jamás se pudo costear luz eléctrica, y por ende, la puesta del sol le lleva a un momento incómodo que lo enfrentaba con el duro momento de resolver la cotidianeidad en las tinieblas. Esto es la subjetividad, los miles de filtros que un individuo utiliza para conocer y apropiarse del mundo y emitir un juicio único sobre él.
¿Cómo se trabaja e qué implica la subjetividad en la historia?
Supone un tema de debate tan extenso como la propia existencia humana. Esto se debe a los diferentes enfoques historiográficos -es decir, la forma de escribir la historia-, que algunas veces han ponderado la subjetividad como elemento vital de la escritura y otras veces lo han desdeñado por considerarle como un obstáculo para alcanzar la verdad histórica.
Ya que la subjetividad se encuentra presente en el individuo agente de la historia y también en aquel que la escribe de manera profesional, es necesario comprender la referencia precisa para gestionar una idea crítica sobre el tema.
Así, cada ser humano sobre la tierra ha configurado una historia de vida que le permite mirar su entorno de manera particular y, por ende, describirlo de cierta manera. Sucede lo mismo con la Historia. Cuando alguien interesado por el pasado quiere adentrarse en la comprensión de algo; una idea, un acontecimiento, un objeto, una guerra, una fábrica, un pueblo entre muchas cosas más, tiene implantado su propio filtro, sus propias gafas que le harán conocer ese pasado de una manera bastante particular. La subjetividad en la historia no sólo es imposible de erradicar, sino que es esta característica la que construye las diferencias entre historias sobre el mismo objeto y las vuelve peculiares y distintivas de cada historiador. Esto no representa una motivación para falsear acontecimientos y elucubrar sucesos que no tienen forma de ser verificables y así elaborar fuentes falsas de información para la construcción histórica, pero si invitan a pensar que la sensibilidad de casa historiador se encuentra forzosamente plasmada en su acercamiento a esa historia que desea conocer.
Una cuestión que es aún más trascendente en la construcción histórica tiene que ver precisamente con las fuentes que son el insumo o soporte primero para acercarse al pasado. Es decir, lo que los historiadores desde el presente, utilizamos como vía del conocimiento del pasado, es una fuente, que en sí misma, está constituida por su propia subjetividad. Cada documento, relato, pintura, fotografía, edificio, película, novela, libro, testamento o periódico de un momento pasado en el tiempo, tiene en su estructura y constitución la carga de una subjetividad que antecede a la nuestra, colocándonos así ante la construcción de un relato histórico, primero con nuestra propia subjetividad, y luego con la subjetividad de la fuente. Al tomar un testamento, por ejemplo, para revisar una historia familiar, es necesario tomar en cuenta la subjetividad del hombre que redactó aquel documento.
Para realizar una hermenéutica del mismo se debe tener presente que éste fue redactado a su vez por un abogado, un escribano, un notario o por el propio hombre o mujer -El testador- que organiza y distribuye sus bienes. En cualquiera de estas versiones, el documento estará cargado con múltiples niveles de análisis que permiten conocer ese pasado, pero el pasado no como una única vía de realidad, sino el pasado como las múltiples realidades que cada uno de los actores sujetos a ese momento y espacio tiempo vieron como realidad.
Si el testamento fue redactado por un abogado, seguramente bastante del cuerpo textual estará ligado a locuciones y tecnicismos necesarios para dar legalidad a la disposición del testante. Esto sin duda será diferente si el testamento fue elaborado en 1798 que en 1934. En cada momento las disposiciones legales serían distintas y a la manera de redactar el testamento le ocurriría los mismo. Y, sin embargo, una vez aplicadas todas las formalidades, ese testamento tendría características únicas y especiales para hablar sobre la muerte de un testante y la disposición de sus bienes que fueron exclusivas de ese abogado y no de otro. De tal suerte que, a los historiadores nos queda la vía de conocer el pasado a través de los ojos de otros que vieron el mundo que desde el presente deseamos conocer.
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Trabajo publicado en: Sep., 2022.
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