Definición de Aristocracia

Karina Mora Mendoza
Doctora en Historia

Aristocracia

La aristocracia es un término que se ha asimilado en nuestro lenguaje, como muchos otros, sin cuestionarnos exactamente el significado que refiere. Lo utilizamos a menudo para designar algo que simplemente está muy por “encima” de lo que comprendemos como normal y asequible. ¿Pero qué es eso que podemos comprender como aristocracia? Comencemos por recordar que los términos del lenguaje que hoy utilizamos generalmente están anclados en un espacio-tiempo determinado y que, por ende, surgieron como respuestas de comunicación para dar nombre o título a objetos, sucesos o procesos que debían ser nombrados.

La palabra aristocracia de manera etimológica se remonta al siglo XV cuando el sistema de signos griego entendió aristrokatía como el gobierno de los mejores. Aristos que designaba al mejor o los mejores se unió con krátos, para sumar la fuerza o poder. Entonces, una aristocracia es la referencia a un grupo dentro de otro más amplio que se identifica como el mejor, primero por el mismo grupo y luego por otros que le reconocen desde una posición externa. Entonces, en principio, la palabra refiere a un significado amplio donde se obtiene distinción por ser parte de los mejores en una sociedad.

Sin embargo, a pesar de que el uso más extenso del término lo identifica con los estratos más elevados de una colectividad, en el correr de los tiempos la aristocracia ha tenido apropiación y uso con rasgos específicos en cada etapa de la historia; en la antigüedad clásica, en la edad media, la edad moderna o la edad contemporánea.

De la antigüedad clásica a la actualidad

En la antigüedad clásica Aristóteles entendía que la forma de gobierno debía ser la de los mejores, no obstante, a partir del mérito, comprendiendo a aquellos que simbolizaban el areté, la virtud. En dicho momento inició una identificación de las clases elevadas con la representación y práctica de las virtudes, pues su posición social facilitaba el acceso a conocimiento y práctica de los valores que no estaban al alcance de los estratos más bajos, el vulgo. De ahí que la aristocracia comenzara a entenderse como el gobierno donde sólo participan algunas personas notables.

Sin embargo, esta forma de comprender y designar a aquellos que serían mejores para gobernar se fue desdibujando del concepto original que el mundo clásico había construido. En la edad media la aristocracia se constituía por aquellos que habían alcanzado la distinción del Rey, otorgándoles títulos para legitimar sus cualidades y separarlos del resto de la población. Por ello, con el paso del tiempo, dichos personajes enaltecidos se han identificado de manera profunda con la nobleza. En principio estas distinciones otorgadas por los señores feudales debían responder a acciones de valor que los hacía merecedores de tal gracia y así recibir títulos nobiliarios como reconocimiento de actos dignos y heroicos.

Los caballeros, los marqueses, los príncipes, los duques o los condes, comenzaron a acumular distinciones a lo largo de muchos años y con ello se formarán casas aristocráticas. Éstas se heredaban a través del linaje de sangre, constituyendo descendencias distinguidas a lo largo del tiempo, un proceso largo que llevaría posteriormente a la identificación hombres como parte de la aristocracia, aunque en esencia sus actos ya no fueran un reflejo de la práctica del areté, de la virtud, pues tales distinciones fueron ganadas a través de las herencias familiares. Así todo lo que necesitaron para ser considerados como aristócratas sería nacer en el seno de una familia alcanzada por la gracia de un príncipe, como diría Nicolás Maquiavelo.

Por ende, la idea más fiel al término sería la del mundo clásico que preconiza el gobierno de los mejores, pero de los mejores en virtudes consagradas en sabiduría y conocimiento. Éstos serían los principales y más aptos por su erudición y virtudes y tendrían la capacidad de dirigir al Estado al punto ético, al del verdadero bien. Esta identificación de distinción recurría al filtro de la riqueza económica, pues sólo podían cultivar tales virtudes los llamados bien nacidos, los agathói, cuyos privilegios de nacer en familias que cubrieran las necesidades elementales garantizaba que sus miembros lograran cultivar las virtudes hasta integrarlas en sabiduría para gobernar.

En la actualidad el concepto se ha vulgarizado para hablar de los mejores en casi cualquier ámbito, como la aristocracia terrateniente -los mejores en poseer la tierra, la aristocracia política -los mejores en ejercer el poder-, la aristocracia económica -los mejores en poseer, por ejemplo, los medios de producción o monopolios económicos- o la aristocracia intelectual -aquellos reconocidos por poseer el conocimiento más elevado-, aunque para ello ya no sean necesarios los títulos nobiliarios que entrega el rey a la nobleza, ni la herencia de tales títulos en un linaje familiar, sino pertenecer a un grupo reducido que, por cuestiones de poder político, económico o intelectual, siguen en distinción del resto de la sociedad.

Por: Karina Mora Mendoza. Licenciada en Historia por la UMSNH, Maestra y Doctora por El Colegio de Michoacán. Realiza investigación histórica sobre el siglo XIX en relación al discurso y uso del mismo en temas como la historia de las mujeres y la construcción de la Nación.

Art. actualizado: Feb. 2023; sobre el original de julio, 2009.

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