Definición de Estado de Bienestar
Profesora en Filosofía
1. Corriente y modelo de trabajo político inclusivo en torno al desarrollo, la seguridad y el crecimiento general de la sociedad en un sentido de equidad de clases para que todos puedan vivir dignamente así como tener acceso a un buen sistema educativo y de salud, a base de un pacto social y la implementación de políticas públicas. Ejemplos: redistribución de la riqueza; creación y mantenimiento adecuado de escuelas públicas; funcionamiento de una red de salud pública; apoyos económicos, subsidios y configuración de una canasta básica alimenticia. También se lo denomina Estado Benefactor.
Etimología: Por la expresión del inglés Welfare State, 1945, acuñado por el arzobispo británico William Temple (1881-1944), en la obra Christianity and Social Order (en español, Cristianismo y orden social), ante la crisis socioeconómica manifestada entre 1929 y 1933, a cuyo periodo se hace referencia como la Gran Depresión, visto como factor desencadenante para la Segunda Guerra Mundial. La tendencia del Estado Benefactor se expandió por Europa hacia una estabilidad social necesaria para la época y en vistas al futuro.
Cat. gramatical: Sustantivo masc.
En sílabas: es-ta-do + de + bie-nes-tar.
Estado de Bienestar
El contexto de origen
El denominado estado de bienestar/benefactor consiste en una configuración político-económica del estado que surge en los países occidentales a raíz de la crisis de los años treinta, y se consolida luego de la Segunda Guerra Mundial. Ya entrado el siglo XIX, el avance de la industrialización, conjuntamente con la autorregulación de los mercados, había dado como resultado una profundización de las contradicciones propias del modo de producción capitalista.
El modelo imperante del libre mercado se centraba en una lógica de ganancia exacerbada, la cual se basaba únicamente en un criterio de cálculo utilitarista de la relación entre costo y beneficio. Ésta resultaba arbitraria e inhumana, puesto que, en virtud de ella, los hombres mismos pasaban a ser considerados como mercancías, despojados de su fuerza y del producto de su trabajo. Los trabajadores eran tenidos en cuenta solamente en función de la maximización de la renta para el capitalista, de modo tal que carecían de derechos y se hallaban sujetos a las leyes del mercado. Frente a ello, un amplio sector de la burguesía juzgaba que cualquier intervención del estado supondría una violación a la armonía natural que existiría en el libre juego de la oferta y la demanda —idea que será conocida como laissez faire, es decir, “dejar hacer”—.
En este contexto, el funcionamiento del estado estaba dirigido a garantizar que el mecanismo de la competencia no sea perturbado, por lo tanto, se mantenía al margen de todo tipo de protección hacia las clases subalternas, de modo tal que la explotación sobre el proletariado era cada vez más aguda. La degradación de la vida humana, a partir del empeoramiento de las condiciones materiales de existencia de las clases trabajadoras, comenzó a generar protestas por el pleno derecho de ciudadanía política y moral del conjunto de la sociedad.
El rol del estado
La pugna entre el mercado, que busca su autonomía respecto de toda instancia externa, y los sectores de la sociedad que se levantan reclamando igualdad, se traduce en el conflicto entre dos tendencias incompatibles entre sí: por un lado, la no intervención del estado en los asuntos económicos y, por el otro lado, la necesidad de una regulación estatal que garantice a los ciudadanos los mismos derechos políticos y sociales que eran, formalmente, iguales para todos, pero desiguales en la práctica. La sociedad reclama al estado, así, que intervenga sobre la autorregulación del mercado, porque de ella se derivaba la miseria y la desigualdad de las clases trabajadoras, cuya alienación y explotación no tenía ningún límite al interior de la lógica capitalista.
Frente a tal estado de cosas, se planteaban dos posibilidades: la más radical suponía la abolición del mercado, mientras que una segunda opción proponía el control social de la economía, a través de la figura del estado. Es esta segunda opción la que se impone en la Europa occidental, conservando el esquema de producción capitalista, no ya bajo un sistema liberal, sino bajo control del estado, en tanto garante de la distribución de los ingresos, del acceso al empleo, de la seguridad, etc.
El estado de bienestar es resultado de este proceso, por el cual la institución estatal asume una responsabilidad social ante la clase trabajadora, aun dentro de los marcos del capitalismo. John M. Keynes (1883-1946) es reconocido como uno de los principales economistas que ha sentado las bases sobre las que se articuló el pasaje del estado liberal al estado asistencial.
Las bases políticas y económicas del estado de bienestar
El estado de bienestar, bajo el signo keynesiano, asume el rol de establecer una economía del consumo. Esto es llevado a cabo a través de la intervención sistemática del estado en la economía, con el objetivo de favorecer las condiciones que permiten a la sociedad aumentar sus niveles de consumo, a saber, la redistribución de la riqueza y el pleno empleo. La iniciativa privada, bajo este modelo, es dirigida por el estado y no por la autorregulación del mercado de acuerdo con sus propias leyes.
De esta manera, el estado de bienestar o estado asistencial toma la responsabilidad de contener las crisis estructurales del capitalismo, dictando medidas para absorber el impacto de las fluctuaciones económicas sobre las clases trabajadoras. Las intervenciones económicas y sociales, en este sentido, apuntan a la ampliación de los servicios públicos, la asistencia mediante planes sociales y pensiones a quienes se encuentran excluidos del mercado laboral, la garantía del pleno empleo, la institucionalización de instancias de mediación con representantes de los trabajadores, entre otras.
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Trabajo publicado en: May., 2022.
Referencias
Bobbio, N., Matteucci, N., & Pasquino, G. (1991). Diccionario de política (Vol. 2). Siglo xxi.Farge Collazos, C. (2007). El Estado de bienestar. Enfoques (La Plata), (1-2), 45-54.
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