Definición de Feminicidio
Profesora en Filosofía
1. El feminicidio es un término distintivo incorporado para denominar el asesinato de mujeres motivado por el género, es decir, cuando niñas y mujeres pierden la vida víctimas de la violencia ejercida por hombres como resultado de conductas que tienen como objetivo perjudicarlas directa o indirectamente. También se lo denomina femicidio.
2. Sistema del Estado cuyos funcionarios e instituciones no saben o no quieren responder a denuncias realizadas por mujeres que sufren violencia de género, desmereciendo, restando importancia o directamente ignorando la palabra de la víctima, extendiéndose al ámbito privado omitiendo dar continuidad a una denuncia, de modo que el asesinato contra una mujer tal vez podría evitarse.
Etimología: Combina el latín femĭna, de mujer, y el sufijo y -cidio, con referencia en el latín -cidium, que se desprende del verbo caedĕre, de ‘matar’, ‘asesinar’.
Cat. gramatical: Sustantivo masc.
En sílabas: fe-mi-ni-ci-dio.
Feminicidio
El femicidio o feminicidio es el acto consciente e intencional de asesinar una mujer por ser mujer. Se trata de una forma extrema de violencia de género, es decir, de una agresión ejercida sobre una persona de acuerdo a su sexo, género, orientación o identidad sexual, tanto en el ámbito privado como en el ámbito público.
Del “crimen pasional” al feminicidio
Durante muchos años, los asesinatos de mujeres fueron caracterizados —fundamentalmente, por la prensa— como casos de “crímenes pasionales”, cuyo principal móvil eran los celos o la infidelidad. Esta conceptualización asignaba como causa de tales episodios los arrebatos pasionales, de locura o emoción violenta de los agresores, suscitados por acciones de las víctimas. En las últimas décadas, la magnitud de los homicidios de niñas y mujeres en distintos países suscitó una revisión sobre la tipificación jurídica y conceptual de esos asesinatos, atendiendo a su carácter sistemático; así como dio lugar a un profundo cuestionamiento de la explicación de tales crímenes bajo la figura de la emoción violenta.
Así, la violencia contra las mujeres comenzó a ser pensada en términos estructurales y no acotados a cada caso particular. En línea con esta lectura, la violación de los derechos humanos de dichas personas se entiende como resultado de un orden social dentro del cual las mujeres son consideradas objetos utilizables y desechables. En este contexto, se extendió progresivamente el uso de la noción del feminicidio, desarrollada por las feministas estadounidenses Diana Russell y Jill Radford a mediados de los años setenta, para dar cuenta de los asesinatos que se llevan a cabo por causas de violencia de género. Es decir que lo propio del feminicidio no es que constituye una versión “en femenino” del homicidio, sino que sus causas se retrotraen a una estructura de opresión ejercida en su mayor parte por hombres contra mujeres.
Crímenes de odio y patriarcado
La antropóloga Rita Segato (1951) explica la violencia femicida en el marco de una desigualdad estructural entre hombres y mujeres, la cual se ordena bajo la forma de un poder patriarcal. El feminicidio, en este contexto, se entiende como un crimen de odio, tal como los crímenes racistas y homofóbicos. Desde esta perspectiva, si bien la violencia es ejercida de manera interpersonal, responde a un sistema impersonal, en el que el abuso y la agresión sobre los cuerpos femeninos forma parte de una construcción simbólica mayor, por la que se consolida el imaginario de la masculinidad hegemónica.
Los feminicidios constituyen crímenes de poder, en el sentido de que cumplen una doble función en la reproducción de las condiciones de existencia del patriarcado: por un lado, la reafirmación de la norma del control o posesión de los cuerpos femeninos, cuando las mujeres ejercen su autonomía en el uso de su propio cuerpo desafiando esa norma —por lo que se trataría de una agresión con un fin último moralizante y disciplinario, no solo hacia la persona individual que sufre esa violencia, sino también, indirectamente, hacia todas las personas que podrían identificarse con aquella—; y, por otro lado, la distribución de un mensaje simbólico, en la medida en que, a través de la agresión contra su víctima, quien ejerce la violencia reafirma su posición de dominación frente al conjunto de la sociedad y teje una complicidad con sus pares al interior de cierta forma de masculinidad en particular.
Para Segato, tanto la agresión sexual como el caso extremo del feminicidio se explican por esa doble función que, en otros términos, puede sintetizarse como una retención y una reproducción del poder patriarcal.
Cabe señalar que tanto la violencia sexual como los feminicidios son posibles en la medida en que las propias instituciones del Estado —particularmente, el poder judicial— son parte de un orden patriarcal, lo que trae como consecuencia, en muchos casos, el abandono y la revictimización de las víctimas, como contrapartida de la impunidad de los agresores. Es por ello que, para combatir la violencia estructural contra las mujeres —e identidades no cis-masculinas—, es preciso un compromiso real de todo el aparato estatal con su erradicación.
Art. actualizado: Nov. 2022; sobre el original de agosto, 2011.
Referencias
Segato, R. L. (2006). Qué es un feminicidio: notas para un debate emergente (Vol. 401). Universidade de Brasilia, Departamento de Antropología.Segato, R. L. (2013). La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez: territorio, soberanía y crímenes de segundo estado. Tinta limón.
Lagarde, M. (2006) Del femicidio al feminicidio. Violencia hacia las mujeres. Desde el jardín de Freud, no. 6, 2006.
Foto: iStock. kieferpix.
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