Definición de Hedonismo
Profesora en Filosofía
Por el griego ἡδονή (hēdonḗ), asociado a la idea de hacer algo por el placer que ello produce, a contrapunto del dolor, y el sufijo -ismo, en cuanto corriente, explorado en el marco filosófico, a partir de lo cual se expone el comportamiento de las personas sobre el eje de alcanzar la felicidad, serenidad o completud interior.
El hedonismo epicúreo
La pregunta por la felicidad constituye, ya desde la Grecia antigua, uno de los temas más importantes a los que la filosofía busca dar respuesta. Aristóteles (384 a. C. – 322 a. C.) fundó su ética considerando a la felicidad (eudaimonía) como el fin último de la vida humana, identificándola con la noción de una vida buena, a saber, aquella que se ajusta a la función del hombre en la sociedad.
Tras la muerte del filósofo, con la instauración del epicureísmo como una de las principales escuelas filosóficas, bajo el período helenístico (323 a. C. – 31 a. C.), el ideal de felicidad se transforma y pasa a ser pensado en relación con los sentimientos del placer y el dolor.
Desde un punto de vista ético, el epicureísmo propone la posibilidad de la liberación del individuo a través de la eliminación de todo sentimiento de dolor (por ejemplo, el temor, la angustia, la insatisfacción). Luego, el hedonismo es el modo de vida que se establece como nuevo ideal, por el cual la finalidad del individuo consiste en la búsqueda del propio placer.
Con las filosofías helenísticas —entre ellas, el epicureísmo—, se pone de relieve la dimensión práctica de la filosofía. Desde el punto de vista de la ética epicúrea, que se asume como hedonista, el placer es el fundamento y la finalidad de una vida feliz. Alcanzar el placer y, como contrapartida, evitar el dolor, en tanto objetivos últimos, funcionan como acciones que guían las conductas en la vida cotidiana. La sabiduría, en este sentido, se comprende como sabiduría práctica, esto es, aquella que permite alcanzar la felicidad a través de la ausencia de dolor del cuerpo y la presencia del placer del alma. A diferencia de la concepción aristotélica, el ideal de sabiduría, para los epicúreos, no está vinculado con el bien de la comunidad, sino con el placer individual.
El hedonismo epicúreo no tiene que ver con la búsqueda de placeres desenfrenados —un tipo de hedonismo que podría identificarse más bien, quizás, con la escuela cirenaica—, sino con la eliminación del dolor, puesto que ello permite la serenidad del espíritu.
El término “placer” (hedoné), en la teoría de Epicuro, presentaba cuatro sentidos diferentes: por un lado, el placer del cuerpo, por otro, el placer del espíritu; y, a su vez, dichos placeres pueden estar provocados, o bien, por un estímulo externo, o bien, originados internamente. El completo placer es aquél que se alcanza en reposo, a saber, en la ataraxia. En consecuencia, la mejor forma de alcanzar verdadero placer es la emancipación del sufrimiento, a partir de la ausencia de los apetitos físicos. Esto se relaciona directamente con la noción de la prudencia (phrónesis), en virtud de la cual es posible moderar y conducir los placeres.
El hedonismo en la sociedad actual
Es posible comprender las dinámicas de consumo de masas en las sociedades actuales en términos de un hedonismo que, a diferencia del epicúreo, se dirige hacia la exaltación del disfrute de los sentidos. Dicha exaltación se alcanza, precisamente, a través del consumo de mercancías cada vez más personalizadas.
Los placeres se asocian, en las sociedades modernas, a la satisfacción del goce individual, el cual se inscribe dentro del juego entre la oferta y la demanda que prefigura el mercado. En este sentido, la posibilidad del bienestar, a partir de la satisfacción de los placeres, está condicionada por la posibilidad de acceder al consumo de mercancías. La felicidad, entonces, se identifica con un hedonismo consumista.
Se trataría, como hemos dicho, de una forma de hedonismo alejada de la propuesta epicúrea, en la medida en que, bajo la lógica del consumo, la felicidad se vuelve inalcanzable: permanentemente, se generan nuevas carencias de objetos que el mercado puede satisfacer. Al mismo tiempo, a medida que avanzan los desarrollos tecnológicos, este proceso se acelera cada vez más.
Como consecuencia, se profundiza la necesidad de satisfacción de cada vez más deseos y cada vez con mayor inmediatez. Paradójicamente, entonces, al multiplicarse los placeres no satisfechos —ya que se vuelve imposible satisfacerlos todos—, aumenta el malestar y la decepción se vuelve la regla de la vida cotidiana.
Art. actualizado: Julio 2022; sobre el original de septiembre, 2010.
Referencias
Román Alcalá, R., & Montero Ariza, M. del M. (2013). Repensar el hedonismo: de la felicidad en Epicuro a la sociedad hiperconsumista de Lipovetsky. ENDOXA, 1(31), 191–210.Escriba un comentario
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