Importancia de la autorización médica previo a prácticas físicas

Llevar a cabo ejercicio o algún tipo de actividad es una práctica ampliamente recomendada por los galenos y por las diversas sociedades médicas.

La actividad física regular contribuye a la salud general, aunque su mayor impacto se encuentra en el área cardiometabólica. Dejar atrás el sedentarismo contribuye a disminuir el peso corporal, la presión arterial, la frecuencia cardíaca, así como los niveles de azúcares, colesterol y triglicéridos en la sangre.

Todos estos beneficios se traducen en un menor riesgo de desarrollar un infarto o un accidente cerebrovascular, eventos que han sido y parece que seguirán siendo la principal causa de muerte a nivel mundial.

El objetivo de esta evaluación médica es garantizar realizar cualquier tipo de actividad física de forma segura y por lo tanto sin riesgos para la salud.

Se busca identificar la presencia de trastornos que puedan desencadenar algún evento no deseado durante el entrenamiento.

El evento más temido es la aparición de la muerte súbita, un fenómeno que puede ocurrir en deportistas jóvenes debido a condiciones como defectos cardíacos relacionados con variaciones del músculo del corazón, como es el caso de la llamada miocardiopatía hipertrófica.

La muerte súbita también puede deberse a una arritmia cardíaca o un infarto cardiaco que ocurran durante la actividad física intensa, esto es más común en adultos mayores o personas con obstrucción de las arterias que dan irrigación al músculo cardíaco, llamadas arterias coronarias.

Otro aspecto importante es identificar algunas condiciones físicas que se agraven con el ejercicio, como es el caso del asma bronquial, o que predispongan a desarrollar lesiones musculoesqueléticas como desgarros musculares, tendinitis, fracturas (estas últimas son frecuentes en personas con osteogénesis imperfecta y osteoporosis en quienes está contraindicado el impacto así como deportes de contacto).

¿Que incluye la evaluación médica previo a práctica de actividad física?

Si bien existen muchos protocolos, lo más aceptado es que la evaluación de un individuo que vaya a iniciar un entrenamiento incluya lo siguiente:

– Historia médica completa con recopilación de antecedentes personales y familiares.

– Examen físico con énfasis en la auscultación cardíaca y pulmonar, determinación de los pulsos y revisión del sistema musculoesquelético.

– Realización de un electrocardiograma en reposo. Si esta prueba muestra indicios de alguna alteración del corazón, deberán realizarse estudios más detallados como ecocardiograma, holter de arrítmias, monitoreo ambulatorio de la presión arterial (MAPA) prueba de esfuerzo y laboratorio.

Algunas organizaciones internacionales como la FIFA cuentan con protocolos de evaluación médica propios, estos van dirigidos en especial a la detección de causas de muerte súbita en atletas menores de 35 años.

Casos en los que es recomendable practicar una prueba de esfuerzo

La importancia de realizar una prueba de esfuerzo, es que permite evaluar la resistencia a la actividad física y la forma en que se comporta el corazón durante la misma. Se lleva a cabo monitoreando un electrocardiograma y la presión arterial mientras la persona realiza una actividad física con una intensidad progresiva en una caminadora.

La Asociación Americana de Cardiología recomienda realizar esta prueba como estudio complementario para evaluar la condición física previa a la actividad física en el caso de hombres mayores de 40 años y mujeres mayores de 50 años que tengan uno o más de los siguientes factores de riesgo:

– Fumadores
– Diabetes
– Hipertensión arterial
– Niveles elevados de colesterol y triglicéridos en la sangre
– Personas con familiares cercanos que hayan tenido un infarto antes de los 65 años o que hayan fallecido por muerte súbita.

En el caso de personas mayores de 65 años que quieran iniciarse en la práctica deportiva, se debe realizar la prueba aunque la persona no tenga estos factores de riesgo.

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