Definición de Imperio Británico
Periodista esp. e investigador
Dicen que un semanario humorístico británico de principios del siglo XX explicaba el Imperio por dos motivos básicos: el clima y la alimentación de las islas británicas, que llevaba a los residentes allí a buscar lugares con mejor tiempo, y mejores viandas…
Si el Imperio Romano fue el imperio de la antigüedad más influyente, el Imperio Británico es la estructura geopolítica más importante de la edad contemporánea.
Definimos el Imperio Británico como los territorios controlados directamente por la Corona Británica desde el siglo XVI hasta 1949.
En su época de máximo apogeo, el Imperio Británico abarcaba una quinta parte (20%) de todo el territorio mundial, y una cuarta parte (25%) de toda la población del mundo.
Sus dominios se extendían por todos los continentes, con las regiones del subcontinente indio, casi toda África oriental, Australia, y el Canadá, como zonas más emblemáticas.
El Imperio Británico es el “padre” de muchas naciones actualmente, buena parte de las cuales se agrupa bajo la Commonwealth, una serie de países ex-colonia británicas (y algunas que no lo fueron pero solicitaron su adhesión, como Mozambique, ex-colonia portuguesa) que, en total, representan a cerca de 2.000 millones de personas, casi un tercio de la población mundial actual.
El Imperio Británico es también la explicación de porqué el inglés es actualmente una lingua franca para comunicarse con casi cualquier persona en prácticamente cualquier parte del mundo, y de porqué la cultura anglosajona es tan conocida e influyente en todo el mundo.
No debemos olvidar que la gran potencia mundial actualmente (los Estados Unidos) fue en su momento uno de los territorios pertenecientes al Imperio Británico (no en su extensión actual, sino mucho menor) y, por lo tanto, su génesis debe también a la Gran Bretaña, su modelo político y su cultura.
Dejando de lado los chistes del lúcido humor británico, la creación del Imperio se explica por la voluntad británica de comerciar, y los intereses para proteger las rutas comerciales ultramarinas abiertas por estos respecto a sus competidores.
Estos competidores fueron, principalmente, españoles y holandeses, aunque los británicos, en la consecución de su imperio, compitieron con otras naciones.
Pese a que monarcas anteriores ya hicieron sus movimientos para establecer un imperio ultramarino, fue con Isabel I (cuyo reinado va de 1559 a 1603) cuando el Reino de Inglaterra se lanzó a una política expansionista, la cual incluía hacerse con los territorios de las Islas Británicas, posesiones en Europa, y explorar el resto del mundo en busca de posesiones ultramarinas lejanas.
La exploración y asentamiento en el continente americano, con nombres tan icónicos como los de Francis Drake o John Hawkins, tomaba protagonismo, lo que hacía a los británicos entrar en liza con los españoles.
Los enfrentamientos armados entre ambos países fueron numerosos, y pese a la mayor dimensión en aquellos momentos del Imperio Español, y a la teórica superioridad de sus armas, los británicos equilibraron primero la balanza para superar a su enemigo después.
Desde el siglo XVI, el Imperio Británico había puesto pie sobre la India, junto a otras potencias europeas como Portugal, Holanda y Francia, pero fueron los británicos quienes, jugando bien sus cartas mediante alianzas políticas, consiguieron hacerse con casi la totalidad del subcontinente.
La India sería considerada como “la joya” del Imperio Británico.
No obstante, un sentimiento nacional llevó a una lucha de los indios contra los británicos desde mediados del siglo XIX hasta conseguir su independencia en 1949 de la mano del Mahatma Gandhi.
En el continente americano, la Guerra de los Siete Años consolidaba el poder británico en la parte norte a expensas de Francia.
Las Guerras Napoleónicas (1799-1815) cimentaron el poder del que la Gran Bretaña disfrutaría en Europa y en el mundo hasta que la Primera Guerra Mundial lo hizo tambalear, y la Segunda lo remató definitivamente.
No es que ese poder no existiera antes, pero era menor. Erigirse como ganadora ante un ejército (el francés revolucionario) y un militar (Napoleón) que se habían demostrado casi invencibles, dió un prestigio a la Gran Bretaña, con la cual quedaron en deuda numerosos estados europeos.
Previamente, el Imperio Británico había vivido la emancipación de una parte de sus colonias americanas, que formarían los Estados Unidos.
Con la que estaba llamada a ser la superpotencia del siglo XX, los británicos mantuvieron una relación de odio al principio (el conflicto de independencia y la guerra de 1812, con la quema de Washington incluida) y de amor mucho más adelante.
Sudáfrica fue otra fuente de conflictos, esta con los boers, colonos neerlandeses que se oponían al dominio británico de las zonas más ricas en diamantes y otros materiales.
También es famosa la “partida de ajedrez” que los británicos iniciaron con el Imperio Ruso en Asia para dominar mayor territorio y cerrarle las posibilidades al otro.
Es en este contexto que debe leerse la intervención británica en Afganistán. Como nota curiosa, de esa época vienen los fusiles Lee Enfield británicos que, todavía hoy -y siendo armas que durante la Segunda Guerra Mundial ya eran veteranas- utilizan algunos hombres en el país.
El principio del fin del Imperio Británico vino con el resultado de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque pueda parecer paradójico, la victoria del Imperio, junto a los demás países aliados, selló el fin de su etapa colonial.
El porqué es muy simple: Gran Bretaña y los demás contendientes aliados pelearon y ganaron por un ideal de libertad… ¿cómo podía esa libertad contemplar el dominio sobre colonias? Era incongruente.
Tras la guerra, y hasta los años 70, Gran Bretaña tuvo que descolonizar, es decir, se perdió el imperio.
No obstante, la herencia que dejó este, tanto cultural como materialmente, no es desdeñable, y la antes comentada Commonwealth es un buen ejemplo de ello.
Foto: Fotolia. pyty
Trabajo publicado en: Dic., 2017.
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