Invasión soviética de Hungría - Definición, Concepto y Qué es
Periodista esp. e investigador
Dentro del antiguo bloque del este de Europa (asociado a la URSS) se produjeron dos acontecimientos de suma importancia: uno fue la revolución húngara de 1956, y otro la llamada Primavera de Praga de 1968. Esta es la historia del primero.
La invasión soviética de Hungría se produce a raíz de las protestas populares acaecidas en el país en 1956, los disturbios que las acompañaron, y la subsiguiente revolución popular en que se convirtió, y que amenazaba con expulsar al comunismo de Hungría.
La revolución húngara, al igual que la francesa de 1789, no empezó de forma premeditada, sino que fue el producto de la escalada de una serie de manifestaciones y protestas populares.
La que lo inició todo fue una marcha convocada por estudiantes el 23 de octubre del 56 la cual, a su paso por Budapest, fue sumando participantes que no eran estudiantes, aumentando así su volumen.
El motivo de la protesta era exigir libertad política y de opinión en Hungría.
En el edificio de la radio pública, un grupo de estudiantes quiso radiar un manifiesto con sus exigencias, pero fueron detenidos. Entonces se dieron los primeros disparos de la revolución.
Probablemente, los miembros de la policía política del estado (en húngaro, la ÁVH, Államvédelmi Hatóság) que estaban apostados en el edificio de la radio, temieron un intento de ocupación del edificio y por sus propias vidas y, por ello, dispararon sobre la multitud provocando varios muertos.
En cualquier caso, el hastío de las gentes contra la ÁVH, que tenía merecida fama de ser una dura represora del pueblo húngaro, hizo que los ánimos y el ambiente se caldearan todavía más.
El gobierno mandó al ejército para controlar la situación, pero las tropas se pusieron del lado de la gente.
Como en tantas otras revoluciones, los soldados -que, a fin de cuentas, no dejan de formar también parte del pueblo- no sólo se negaron a disparar sobre sus conciudadanos, sino que empezaron a unirse a ellos.
Alguno de los manifestantes había tenido la idea de recortar de la bandera el escudo comunista de la República Popular de Hungría, dejando un círculo en el lugar que este ocupaba. Dicha bandera recortada se convirtió en el emblema de la revolución.
En 1989 la revolución que derrocó en Rumanía a Nicolae Ceaușescu también utilizó la bandera con el escudo comunista recortado como símbolo.
Pero volviendo a la Hungría de 1956, la revolución se desató en todas las calles de Budapest, y fruto de que las tropas también empezaron a cambiar de bando, la multitud empezó a contar en su haber con armas personales.
Temiendo por su vida y sus puestos, el gobierno comunista húngaro de Ernő Gerő solicitó ayuda a la Unión Soviética.
En virtud de los pactos firmados entre ambos estados, la URSS mantenía tropas estacionadas permanentemente en Hungría, además de poder intervenir en el país.
La misma noche del 23 de octubre, las tropas soviéticas presentes en Hungría empezaron a desplegarse por las calles de Budapest, mientras que los revolucionarios y las tropas húngaras que los apoyaban montaban barricadas para frenarlos.
Al día siguiente, el primer ministro András Hegedüs fue sustituido por el más reformista Imre Nagy, el cual rápidamente radió un discurso pidiendo el cese de la violencia y prometiendo reformas liberalizadoras en el terreno político. Nagy se convertiría a la postre en uno de los grandes iconos de la revolución.
El día 25 la crisis se agudizó; la ÁVH tiroteó a manifestantes ante el parlamento, encontrando respuesta a su fuego en los soldados soviéticos, que creyeron que ellos eran el blanco del ataque. Manifestantes armados se sumaron al tiroteo, agravando todavía más la situación.
Gerő y Hegedűs huyeron entonces a la Unión Soviética, dejando el país sin gobierno, asumiendo su rol Nagy y János Kádár.
Mientras, los revolucionarios húngaros atacaban ya abiertamente a las tropas soviéticas y a los restos de la ÁVH. Todavía a día de hoy son visibles en muchos lugares de Budapest los agujeros de bala producidos en aquellos fatídicos días.
El 28 de octubre, Nagy consiguió llegar a un alto el fuego.
Este fue utilizado por ambos bandos para recomponerse; mientras que los húngaros montaban una especie de guardia nacional contando con los manifestantes armados, elementos del ejército y la policía, los soviéticos se retiraron temporalmente.
Las principales corrientes historiográficas se inclinan por indicar que los dirigentes soviéticos no deseaban intervenir por segunda vez ni deseaban hacerlo, esperando que fueran los mismos comunistas húngaros quienes controlaran la situación.
Entre el 28 de octubre y el 4 de noviembre, fueron días de movimientos políticos, de los cuales los soviéticos se aprovecharían más. Contaron con János Kádár como jefe de un gobierno que “solicitaría” la intervención soviética para pacificar el país.
Si bien los acontecimientos se habían dado principalmente en Budapest, en otras partes del país también hubo movimientos revolucionarios, en algunas partes exitosos, y en otros lugares sofocados por las tropas de la URSS.
Cuando se decidió por parte de la Unión Soviética la intervención definitiva en Hungría, nuevas tropas soviéticas empezaron a penetrar en el país desde el este.
El gobierno de Kádár declaró la neutralidad de Hungría, su retirada del Pacto de Varsovia, y solicitó apoyo internacional a la ONU.
Al día siguiente, y como era de esperar, los soviéticos lanzaron, tras disponer de una mayor cantidad de tropas, la operación para “limpiar” definitivamente Budapest y tomar el control del país.
La operación militar soviética no se limitó a penetrar en Budapest a medida que se iban eliminando las barricadas y a los resistentes. Incluyó también artillería y ataques aéreos.
La guardia nacional improvisada y las unidades del ejército regular húngaro no pudieron hacer nada por parar la ofensiva soviética, pese a oponer una resistencia aguerrida, con más ganas que medios y organización, pero luchando con el corazón y por su patria.
El mismo día 4 de noviembre de 1956 la resistencia terminó en Budapest. Las tropas soviéticas habían pasado calle por calle como una apisonadora, sin distinguir en gran medida entre objetivos militares y civiles indefensos.
Si bien la población húngara había agradecido a los soviéticos la liberación de su país en 1945, ese sentimiento de agradecimiento se tornó en odio abierto tras su intervención represora en 1956.
Millares de húngaros se fugaron del país, otros tantos fueron arrestados y juzgados. El mismo Imre Nagy fue capturado a traición (cuando se le había prometido un salvoconducto para abandonar el refugio de la embajada yugoslava y salir del país) y ejecutado posteriormente.
Traicionando a su pueblo, János Kádár mantuvo el control de Hungría como jefe de gobierno, un control que iría reafirmando en los años siguientes. Un control basado en la presencia soviética y en el adoctrinamiento político que también controlaban los mismos soviéticos, que no deseaban un resurgir de la voluntad nacional húngara.
La revolución húngara, vista a posteriori de forma romántica, provocó en el momento tensiones en el seno de los partidos comunistas de muchos países del bloque capitalista, ya que algunos dirigentes y militantes apoyaban a los revolucionarios (a los que no veían como anti-revolucionarios), mientras que otros los tildaban precisamente como tales, siguiendo fieles a la ortodoxia de Moscú.
Foto: Fotolia – ink drop
Trabajo publicado en: Ene., 2018.
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