Definición de Relativismo Cultural
Lic. en Antropología Física
Esta corriente de pensamiento antropológico fue fundada por Franz Boas a inicios de siglo XX a partir de la publicación de su libro “The mind of primitive man”, en donde establece que no existen jerarquías entre las poblaciones humanas y que las diferencias entre una sociedad y otra no está dada por aquello que se ha denominado “raza”, sino por la variedad en las manifestaciones culturales.
La propuesta de Boas resulta particularmente interesante porque en su momento fue revolucionaria, surge en una época en la que el evolucionismo unilineal reinaba entre los estudios científicos y permeaba las decisiones políticas que se tomaban en el mundo; entonces, cuando Boas desarrolla estas ideas no sólo le da un giro a la naciente antropología institucionalizada, también estaba desafiando a jefes de Estado y a potencias económicas.
Para dar fuerza a las explicaciones del relativismo cultural se considera que el contexto es la clave, es decir, cada cultura se debería describir en sus propios términos y a partir de su propia historia, para eso es necesario conocer la lengua y los procesos históricos particulares del grupo de interés, con ello podríamos entender la manera en que actúan los seres humanos de tal o cual grupo sin caer en los juicios dados por nuestra propia cosmovisión, por nuestra propia interpretación de la realidad. Con esta metodología en mente también se hace una crítica al etnocentrismo, entendido este término como la idea de que la cultura propia se desarrolla de una manera más efectiva que otras o que posee mejores cualidades y, por lo tanto, una lectura “verdadera” de la realidad humana o lo que “debe” ser el hombre como especie.
En resumen, esta propuesta podría enunciarse en una poderosa frase: todas las culturas son valiosas y no hay niveles o jerarquías entre ellas. No hay una mejor cultura que otra, ni hay unas más evolucionadas que otras.
Principios, debates y ejemplos
Los argumentos del relativismo cultural resultan de gran importancia hoy en día, al ver que se siguen levantando olas de intolerancia alrededor del mundo. Tomar esta perspectiva nos permitiría darnos cuenta de que otras formas de vida son válidas, por ejemplo: existen grupos humanos que no necesitan vivir establecidos al estilo de los pueblos o ciudades, sin embargo, los gobiernos estatales siguen proponiendo reformas o programas para congregarlos, este es el caso de los grupos yumanos del norte de México, quienes tienen una tradición muy antigua de gran movilidad y de asentamientos dispersos.
Para los yumanos la idea de vivir en un poblado definido y permanente no concuerda con la manera en que se relacionan con su medio, el desierto, en donde los recursos se aprovechan mejor dependiendo de la temporada y del lugar, por lo tanto, quedarse en un sólo punto representaría una escasez constante, además la manera en que se organizan socialmente la cual se define por linajes, no les permite una convivencia pacífica a largo plazo. Sin embargo, aún existen esfuerzos de las autoridades federales para que los yumanos se establezcan en poblados, practiquen la agricultura o la apicultura y de esta manera se inserten en una dinámica económica nacional, es decir, aún no hay un reconocimiento por parte del Estado de que la cosmovisión de los yumanos es competente en el contexto actual.
Es importante no llevar estas ideas al extremo y justificar prácticas de abuso a los Derechos Humanos bajo el argumento de que se está respetando la autonomía de las poblaciones. Cuando una costumbre o una tradición es repudiada o desafiada por los propios integrantes de la cultura en la que se lleva a cabo, entonces es momento de reflexionar cuál es nuestro papel como agentes externos ¿deberíamos permanecer neutrales o atender a los llamados de ayuda? Esta pregunta no es fácil de contestar y no tiene la misma respuesta para diferentes contextos, pero algo que puede guiar nuestras resoluciones es reconocer que las tradiciones se modifican y al menos el deber del antropólogo es rastrear el desarrollo de éstas.
Para ilustrar un par de situaciones del tipo tenemos los casos de la mutilación genital femenina que se realiza en África y el uso del hiyab en Irán; en el primer caso existe una división entre una parte de la población que quiere conservar la tradición y otra que busca salvar a sus hijas de ello, para resolver la cuestión incluso se han hecho encuentros con la población involucrada pero no se llega a un acuerdo, esto no ha sido una limitante para que haya esfuerzos internacionales que buscan eliminar estas mutilaciones.
En el segundo caso, hay una mayoría de mujeres que se rebelan ante el uso obligado y estricto de cierta vestimenta, sus expresiones de rechazo han sido ignoradas lo que ha conducido al incremento de la violencia para ellas, incluso se ha extendido a otros sectores de la población, por ejemplo con la interrupción de las señales de wi-fi en Irán para evitar que la resonancia de su disgusto llegue a niveles internacionales.
En ambos casos hay diversos factores en juego, pero el que se identifica de manera inmediata tiene que ver con la religión y la moral que cada grupo considera la correcta, pero ¿cómo se establecen estos principios? ¿De dónde vienen si una parte importante del grupo humano al que afectan está tan descontento? ¿Qué hacer con los valores culturales que transgreden la dignidad humana? ¿Dónde pondríamos el límite entre el respeto a la diversidad cultural y la indiferencia al sufrimiento?
Trabajo publicado en: Sep., 2022.
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