Definición de Batalla de Francia
Periodista esp. e investigador
Mientras la maquinaria bélica germana arrasaba Polonia en septiembre de 1939, Francia y Gran Bretaña perdían una oportunidad de oro para penetrar en territorio enemigo y forzar el combate en su propio terreno, pese a la declaración de guerra efectuada el día 3.
Perder esta oportunidad les saldría caro a los aliados, pues permitiría a Alemania recuperarse tras arrasar Polonia y trasladar sus tropas al oeste para emprender el ataque sobre Francia, no sin antes atacar Dinamarca y Noruega para cubrir su flanco norte.
Una vez liquidado este flanco, las tropas germanas se lanzarían sobre su país vecino en la que supondría una de las últimas campañas relámpago (junto con el ataque a Yugoslavia) llevadas a cabo por la maquinaria bélica del III Reich. Empezaba la Batalla de Francia.
La llamada Batalla de Francia empezó el 10 de mayo de 1940 y terminó el 25 de junio del mismo año, enfrentando por un lado a Alemania (a la que más tarde se uniría Italia), y por el otro a los ejércitos de Holanda, Bélgica, Francia y un contingente expedicionario británico.
Francia y Alemania eran enconadas enemigas desde que, en el marco del proceso de unificación germano, el naciente II Reich había derrotado en Sedán a la Francia imperial de Napoleón III, y más aún desde la Primera Guerra Mundial y las duras condiciones de rendición impuestas por los aliados a Alemania.
Es por ello que los galos habían construído una línea de fortificaciones en la frontera común entre ambos países, que partía desde Suiza pero llegaba solamente al punto en el que comenzaba la frontera luxemburguesa y belga. Esta línea era la famosa Línea Maginot.
La Maginot no estaba fortificada, o lo estaba muy débilmente, en un punto que se consideraba inexpugnable: la región boscosa de las Ardenas. La idea franco-británica era enfrentarse a los alemanes en suelo belga.
Los alemanes simularon hacer lo que los aliados esperaban, atacar por Holanda y Bélgica, para acabar apareciendo por sorpresa a través de las Ardenas.
A la postre, la Línea Maginot no sirvió de nada.
El ataque a través de Holanda y Bélgica vino trufado de acciones de los paracaidistas, los Fallschirmjäger, que se encargaron de tomar puntos vitales como puentes o asaltar los fuertes belgas. También se llevaron a cabo acciones “sucias”, como el empleo de unidades especiales Brandenburger vestidas con uniformes de los ejércitos aliados para capturar puentes y aeródromos mediante el engaño.
Holanda se rindió el 14 de mayo, tras sólo cuatro días de lucha. El gobierno del país, persuadido tras el terrible bombardeo de Rotterdam, vió que la resistencia ante el invasor alemán era imposible.
En Bélgica, el fuerte Eben Emael, tenido por inexpugnable, era capturado por paracaidistas alemanes en menos de 24 horas. Toda una humillación para la maquinaria militar belga, mucho más modesta que la germana, pero que había luchado con bravura durante la Primera Guerra Mundial.
Durante el avance alemán a través de Holanda y Bélgica, los aliados movilizaron sus tropas para hacer frente a la Wehrmacht en territorio belga, mientras un cuerpo de ejército blindado atravesaba penosamente las Ardenas para salir al sur de las fuerzas aliadas.
Con este movimiento, los restos de las tropas belgas y el cuerpo franco-británico corría el riesgo de quedar rodeado en suelo belga y sin conexión con el resto de Francia, aunque el avance alemán no tenía que ser, en teoría, fácil.
Ante ellos, los alemanes tenían el río Mosa, que debían superar -empresa que no era fácil-, y con la artillería francesa cubriendo dicho paso.
Vale la pena hacer un alto aquí para detenernos a examinar mejor ambos ejércitos y las tácticas que utilizaban: los alemanes más coordinador entre las distintas armas, mientras que estas iban más por independiente en el bando aliado.
Esto significa que en el bando alemán, la punta de lanza que eran los tanques, se coordinaban por radio con los aviones de la Luftwaffe, indicándoles los objetivos a batir, así como con la artillería, actuando todos como los distintos miembros del cuerpo, que no actúan individualmente, sino coordinados.
Además, los germanos empleaban grandes masas de tanques para romper el frente, una táctica innovadora que permitía al arma blindada exprimir todo su potencial. A grandes rasgos, la guerra moderna se ha basado en el concepto desarrollado por los tácticos alemanes en la Segunda Guerra Mundial.
Por su parte, los aliados no disfrutaban de esta coordinación entre las diversas armas, además de que si bien tenían medios blindados en mayor número y con tanta calidad como la Wehrmacht (es un mito lo de su inferioridad numérica y material), los repartían entre las unidades de infantería para cubrir las acciones de los soldados a pie.
Esto último daba como resultado que los franco-británicos no podían sacarle todo el partido a las ventajas que ofrecía el medio blindado.
La rapidez germana se combinaba con una política de bombardeos -y una mala fama adquirida durante la Primera Guerra Mundial- que hacía que los civiles huyeran de las tropas alemanas a medida que estas iban progresando, lo que generaba a las fuerzas aliadas el problema de tener que convivir en las carreteras y vías de transporte, con largas columnas de civiles, además que tener que cuidar de estos.
Las batallas que se dieron alrededor del cruce del río Mosa, y que fueron favorables a las armas germanas, dejaron el paso expedito para que la Wehrmacht pudiera completar el cerco por tierra de las unidades franco-británicas desplazadas a Bélgica.
Los franceses intentaron algunos ataques a la desesperada contra el flanco de las tropas alemanas que avanzaban hacia el Canal de la Mancha, acciones en las cuales ganaría notoriedad un oficial de carros llamado Charles de Gaulle.
El 18 de Mayo, la unidad blindada de otra promesa, esta vez del bando alemán, Erwin Rommel, llegaba al canal, completando el cerco por tierra a las tropas galas y al cuerpo expedicionario británico.
Mientras el gobierno francés evacuaba París ya que había dejado muy pocas tropas en reserva al jugárselo todo a la carta belga, y por ello había dejado el resto del territorio sentenciado, las tropas aliadas embolsadas empezaban a apelotonarse alrededor de Dunkerque.
Esta población francesa vivió la evacuación más milagrosa y polémica que tal vez ha dado la historia, permitiendo la repatriación de prácticamente todo lo que quedaba del cuerpo expedicionario británico, y una parte del ejército francés, aunque los mandos galos se quejaron de que los buques británicos habían priorizado el embarcar a los suyos sin atender a criterios estrictamente militares.
En dicha operación participaron tanto barcos militares como toda clase de embarcaciones civiles e incluso de recreo británicas.
La operación fue facilitada por una pausa en el ataque alemán, que durante mucho tiempo se atribuyó como un velado mensaje de Hitler a los británicos de que todavía había margen para pactar, pero que en realidad fue debida a la necesidad de la tropa alemana de reorganizarse y descansar, tras haber mantenido un ritmo de avance vertiginoso y que había estirado y descompuesto sus líneas, con el peligro de ser vulnerables a posibles contraataques.
Si bien se evacuaron los soldados, en tierra quedó todo el armamento y equipo, parte destruido y otra parte que cayó en manos germanas como botín de guerra.
Francia estaba sentenciada, pero el golpe final lo asestó Italia que, por fin, se decidió a entrar en campaña al lado de los alemanes, atacando por su parte de frontera común con Francia a partir del 10 de junio.
La decisión de Mussolini buscaba situar al país transalpino en la mesa junto a los ya evidentes vencedores, a los cuales sólo les quedaba ocupar el resto de Francia.
No obstante, las tropas italianas entraban en liza infraequipadas y sin una gran moral de combate, en una guerra que no consideraban como propia. Esto propició que el ataque italiano se estrellara contra unas defensas pobres y ya sin mucha motivación, en una tónica que sería la que presentaría el ejército italiano durante todo el conflicto.
París fue declarada ciudad abierta y ocupada por los alemanes sin resistencia.
Algunas tropas francesas fueron embarcadas hacia Gran Bretaña con la intención de proseguir la guerra desde territorio británico.
Mientras, el gobierno francés cedió el control al veterano general Philippe Pétain, héroe de la Primera Guerra Mundial, quien inmediatamente solicitó a los alemanes negociar un armisticio.
Hitler quiso humillar a Francia haciendo que el armisticio se firmara en el mismo vagón de tren y en el mismo lugar (Compiegne) en el que los alemanes se habían rendido a los franceses en 1918.
Para el dictador nazi, esta había sido una guerra de revancha. Francia quedaba partida en dos, con todo el norte y la zona litoral controlada por los alemanes, mientras que el sur quedaba bajo control del gobierno títere de Vichy, presidido por el propio Pétain.
Terminaba así un episodio humillante para Francia, que pese a tener lo que en la época se consideraba uno de los mejores ejércitos del mundo, así como el apoyo de los británicos, había sido derrotada en un mes y medio.
Frente a la Wehrmacht sólo quedaba Gran Bretaña.
Trabajo publicado en: Abr., 2018.
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