Definición de Estética
Profesora en Filosofía
La estética es la percepción, comprensión y el impacto de la belleza, influenciado por padrones socioculturales, extendiéndose a lo largo del universo de las artes, como también del aspecto físico y cuidado individual. En filosofía, entendemos por estética a la subdisciplina que nace en la Modernidad en torno al problema principal del sentimiento de placer o displacer, con raíz en el griego aísthesis, interpretado como sensación.
Usualmente, el origen de la estética como disciplina filosófica se remite a la obra de Alexander G. Baumgarten (1714-1762), quien fue el primer filósofo en emplear el término para hacer referencia a una ciencia autónoma acerca del estatuto del arte en relación con el conocimiento sensible. Baumgarten escribe, en 1750, su Aesthetica, y con ella funda una disciplina independiente, dedicada al estudio de la conjunción entre arte y belleza. Así, el filósofo alemán será el primero en desarrollar una teoría del arte con carácter propio, es decir, no una gnoseología o una metafísica, sino una estética propiamente dicha.
Las estéticas empiristas de la Ilustración
Posteriormente a la obra de Baumgarten, podemos ubicar las corrientes estéticas empiristas, de corte ilustrado. Entre sus representantes encontramos a David Hume (1711-1776); o a Edmund Burke (1729-1797), autor de la Indagación sobre nuestras ideas de lo sublime y de lo bello (1757), estudio dedicado al problema del gusto: mientras que se admiten criterios válidos universales con respecto a la verdad; no hay conformidad acerca de principios uniformes relacionados con el gusto en sí mismo. Cuando se tratan las cualidades sensibles de las cosas o cuando se representan las pasiones, hay acuerdo entre los hombres; el desacuerdo aparece cuando se introduce el juicio. Respecto del juicio (que equivale al gusto), el principio por el cual éste se rige depende de la experiencia y de la observación, de la cual procede la “diferencia de gustos”.
En la medida en que la experiencia varía de un hombre a otro, entonces su capacidad de discernir se agudiza a mayor experiencia acumulada, es decir, su gusto se refina con la experiencia. La base del gusto (los placeres primarios de los sentidos y secundarios, de la imaginación) es común a todos, por lo tanto, mientras el gusto se ciña a ella, se encontrarán principios uniformes; pero el grado en que esos principios prevalecen en cada individuo varía en función de sus juicios, que dependen, a su vez, de la autoilustración.
Para Burke, lo bello y lo sublime son pasiones movidas por ciertos objetos, los cuales excitan placer y dolor. En ambos casos el sujeto del sentimiento estético no es protagonista, sino pasivo, es decir, siempre hay una distancia necesaria respecto al placer y al dolor. Los sentimientos de lo bello y lo sublime producen un goce que no va acompañado de un placer real, sino que se relacionan con éste por analogía. La diferencia entre goce real y goce estético está dada porque, en el último, hay una disposición racional a entregarse a esas emociones.
El giro trascendental en estética
Con la estética de Immanuel Kant (1724-1804), el sujeto del juicio estético se convertirá en un sujeto universal —a saber, el sujeto trascendental—, de modo que la cultura ilustrada de los salones dejará de ser fundamento del gusto. El juicio de gusto, en adelante, pertenece a la humanidad toda, independientemente de su educación, porque depende del juego entre las facultades que posee cualquier sujeto humano. Kant, de este modo, recupera las categorías burkeanas de lo bello y lo sublime, pero ya no desde un punto de vista fisiológico, sino trascendental.
En su tercera Crítica, la Crítica del Juicio (1790), el fundamento del juicio estético será la relación entre facultades: la imaginación se asocia, por un lado, con el entendimiento para manifestar lo bello, y, por el otro, con la razón para hacer lo propio con lo sublime. A partir de una exposición trascendental, Kant logra dar cuenta de la universalidad del juicio de gusto, pregunta que la estética empirista no alcanzaba a responder cabalmente.
Las estéticas idealistas
La herencia del idealismo kantiano será recogida por el idealismo alemán, en su versión romántica, con autores como Johann G. Fichte (1762-1814), Friedrich W. J. Schelling (1775-1854), o los hermanos Schlegel. Por otra parte, se destacará, por su obra monumental, Georg W. F. Hegel (1770-1831), en cuyas Lecciones sobre la estética (1832-1845) define a esta disciplina como una ciencia que se ocupa de la obra de arte bello.
En la medida en que el arte es un producto humano será, junto a la religión y la filosofía, uno de los modos del despliegue del espíritu absoluto en la historia. La idea del arte como develación de una verdad esencial, a lo largo de las épocas, será particularmente influyente, más tarde, para otro autor ineludible en el campo de la estética: Martin Heidegger (1889-1976).
Contemporaneidad de la disciplina
Si bien la historia de la disciplina estética recorre un vasto trayecto que llega hasta nuestros días, concluiremos mencionando la teoría estética de Friedrich Nietzsche, porque ella constituye un giro decisivo, que abrió un nuevo panorama a las corrientes estéticas contemporáneas. Nietzsche pensará, en su obra de madurez, al arte como una actitud de transvaloración de los valores establecidos, anclada en una fisiología cuyo énfasis recae sobre la voluntad de poder.
Frente al idealismo, que enferma a los hombres para sostener el poder de los débiles, el arte viene a cumplir una tarea de reafirmación de la vida, oponiéndose a todo lo decadente. En este sentido, el cuerpo pasará a un primer plano, no ya a la manera empirista burguesa, sino como una reafirmación vital contra los poderes establecidos.
Es posible, en adelante, ocuparse de las estéticas materialistas que prosiguieron a lo largo del siglo XX en clave nietzscheana, en tanto se trata de teorías que corren al sujeto del centro de la escena y, en su lugar, ubican a la obra de arte, cuya existencia no depende ni de un sujeto productor ni receptor. De esta manera, tanto Walter Benjamin (1892-1940) como Theodor Adorno (1903-1969) serán autores sin los cuales nos resultaría imposible pensar el devenir actual de la estética contemporánea.
Trabajo publicado en: Oct., 2021.
Referencias
Burke, Edmund, De lo sublime y de lo bello, trad. Menene Gras Balaguer, Barcelona, Altaya, 1998.Kant, Immanuel, Crítica del juicio, trad. Manuel García Morente, Madrid, Espasa Calpe, 1984.
Hegel, G. W. F., Lecciones sobre la estética, trad. Alfredo Brotons Muñoz, Madrid, Akal, 1989.
Fleisner, Paula, Nietzsche y la modernidad artística. Selección de textos de la década de 1880, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, 2014.
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