Intervención Soviética en Afganistán - Definición, Concepto y Qué es
Periodista esp. e investigador
A Afganistán se lo conoce también como “el Vietnam soviético” por dos motivos: el primero es porque representó una derrota comparable en forma y resultado a la que sufrieron los Estados Unidos en el país asiático, y la segunda porque fueron precisamente los EEUU quienes se encargaron de que así fuera mediante el apoyo a quienes luchaban contra el gobierno comunista establecido en Kabul.
De hecho, la historia de Afganistán desde que los británicos intentaran dominar la región en el siglo XIX en el marco del llamado Gran Juego (una suerte de precedente de la Guerra Fría posterior a la Segunda Guerra Mundial, pero con los imperios británico y ruso como protagonistas), ha sido la de conflictos civiles e intervenciones extranjeras, con sus efectos más nefastos.
En 1978, una revolución había situado un gobierno comunista pro-soviético liderando Afganistán. Los Estados Unidos rápidamente iniciaron una operación de inteligencia para desestabilizarlo.
Y hallaron que los afganos de ideas más islamistas conservadoras, tenían el perfil idóneo para enfrentarse a los comunistas, brindándoles armas, formación y logística.
Era lógico que el gobierno soviético decidiera intervenir militarmente en un país con el cual compartía frontera, ya que consideraba que se encontraba en su área de influencia y, además, no podía permitirse tener un gobierno pro-occidental tan cerca de su territorio.
La intervención soviética en diciembre del 79 se realiza en un clima de golpes militares y contragolpes, para estabilizar el país situando un candidato de su agrado en el poder.
Al principio, se trata de una operación camuflada para derrocar al presidente Jafizulá Amín y situar en su lugar al más moderado (y próximo a Moscú) Babrak Karmal, pero rápidamente derivó en una operación de apoyo abierto, que contaría con 100.000 soldados, 1.800 tanques, y 2.000 blindados más, además de apoyo aéreo.
Inicialmente, y después de que el gobierno afgano de Amín hubiera solicitado apoyo técnico soviético para el mantenimiento de su material militar, Moscú envió una fuerza de unos 600 técnicos… que en realidad pertenecían a un cuerpo especial de la KGB.
Dichos soldados se hicieron rápidamente con el control de puntos clave en Kabul, como el aeropuerto, a la par que el ejército soviético cruzaba la frontera en virtud de los tratados de amistad y apoyo mútuo que su país tenía con Afganistán.
Los soviéticos se distribuyen rápidamente por todo el país en apoyo de un ejército gubernamental afgano que se ve incapaz de contener a los muyahidines, los guerrilleros que luchan en contra de los comunistas, con la religión como uno de sus ejes de actuación.
Entre estos diversos grupos muyahidines, hay uno que marcará, en el futuro: el destino de Afganistán: los Talibanes.
Los Estados Unidos se involucran rápidamente con ayuda a los muyahidines, en forma de armas, primero de forma más tímida, aunque acabarán mandandoles armamento de última generación para cubrir sus necesidades.
De hecho, incluso comenzaron con envíos de rifles Lee Enfield británicos… de la Primera Guerra Mundial (todavía en servicio durante la Segunda).
Los afganos, excelentes guerreros, supieron utilizar estas vetustas armas de una forma magistral, así que la pregunta era obvia: ¿qué serían capaces de hacer con modernos fusiles de asalto y armas antitanque?
No solamente son los norteamericanos quienes se involucran; Pakistán lo hace a fondo, también de forma encubierta, y Arabia Saudita. China lo haría, pero curiosamente por el mismo bando que los estadounidenses, temerosa de que la influencia soviética se extendiera demasiado por la zona.
Durante los primeros años 80 la guerra estará caracterizada por el intento soviético de realizar acciones a gran escala, a las cuales los muyahidines rehusaban, retirándose, y optando por pequeñas emboscadas, siguiendo la lógica de la guerra de guerrillas.
Sus objetivos eran siempre columnas de suministros, patrullas, y dotaciones de pequeño tamaño de las fuerzas armadas soviéticas y del ejército gubernamental afgano.
En abril de 1982, y por error -o eso se dijo oficialmente-, tropas soviéticas penetran en Irán. Un avión iraní destruye dos helicópteros soviéticos. La tensión aumenta en ese momento, pero el incidente se desescala rápidamente.
La dinámica de la guerra ya es entonces como lo había sido la de Vietnam para los Estados Unidos: los soviéticos dominan las áreas urbanas y los grandes ejes de comunicaciones, pero al salir de estos enclaves, no pueden dejar de hacerlo en masivos convoyes, y vigilando a cada momento para no caer en una emboscada.
Durante la primera mitad de la década de los 80, los comunistas dominaron, de forma efectiva un 20% del territorio, mientras que el 80% restante se escapó a su control directo. Si el gobierno o los soviéticos querían mantener el control efectivo de una área, tenían que llenarla de tropas, lo que redundaba en un coste exagerado para un beneficio escaso.
El valle del Panshir será uno de los más atacados por los comunistas, contra una férrea defensa interpuesta por el legendario Ahmad Shah Masud, quien volvería a defenderlo de los talibanes entre 1996 y 2001.
Y los soviéticos cayeron en el mismo error que habían cometido los Estados Unidos en Vietnam: se abandonaron en una espiral de envío de tropas cada vez de mayor tamaño, e implicándose más.
Ello, a su vez, producía una mayor implicación de la población con los muyahidines, que iban engrosando sus filas. Y estos también venían desde el exterior, atraídos por la yihad (guerra santa) que se había decretado contra los infieles soviéticos. Uno de estos enrolados extranjeros, procedente de Arabia Saudita, será un joven Osama bin Laden.
Poco a poco los guerrilleros iban arrinconando a las tropas comunistas y, si no les sometieron con mayores derrotas, fue porque la resistencia estaba muy fragmentada y también había luchas intestinas entre movimientos y clanes.
Por su parte, las tropas soviéticas frenaban el avance guerrillero mediante uno de los pocos factores diferenciales a su favor en una guerra asimétrica: la superioridad aérea.
Los rebeldes afganos no tenían medios para derribar aviones y helicópteros soviéticos, con lo que estos encontraron en la dominación aérea una buena herramienta para forzar la sumisión afgana.
Esto cambió a finales de 1986 cuando los Estados Unidos introdujeron en la lucha los misiles Stinger.
Estos misiles tierra-aire ligeros eran de uso extremadamente sencillo (para torpes, podríamos decir) y terriblemente eficaces. De hecho, se ha dicho que su introducción en el conflicto desequilibró la balanza en favor de los muyahidines, permitiéndoles hacer frente al poderío aéreo soviético.
Quienes sufrieron las mayores bajas debido a estas armas fueron los helicópteros de combate y, en especial, el modelo Mil-Mi 24.
En el último cuarto de la década, los soviéticos buscaban como fuera dejar aquella guerra, que para ellos suponía un alto coste económico, diplomático y social. En 1989, y con la caída del Muro de Berlín, los soviéticos abandonaban definitivamente el país.
El régimen comunista de Kabul subsistió todavía hasta 1992, año en el que ya solamente controlaba Kabul y una estrecha franja de territorio que lo unía, en forma de cordón umbilical, con la Unión Soviética.
Todavía recuerdo imágenes televisadas del asesinato de Najibulá en 1992, cuando los talibanes consiguieron ocupar Kabul. Expusieron su cuerpo de forma degradante.
Foto Fotolia: Satori
Trabajo publicado en: Nov., 2018.
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