Significado de patriarcado Definición, características, lucha feminista, y machismo
Licenciada en Psicología
Definición formal
El patriarcado es una de las organizaciones socioculturales de poder más antiguas y arraigadas en todos los extractos de la civilización influenciado por el ámbito religioso, para configurar al hombre como autoridad máxima, para posicionarlo como jefe de la familia, relegando a la mujer a un rol secundario y, dependiendo del caso, de sometimiento a la voluntad de éste, extendiéndose al orden y funcionamiento de las instituciones públicas y privadas de la sociedad.
En la esfera etimológica, tiene referencia en el latín tardío como patriarchātus, procediendo de patriarcha, al respecto del griego en patriárchēs, cuya deconstrucción permite identificar los componentes patria, para expresar el linaje u origen, asociado a pater, por padre, regido por el indoeuropeo *pəter-, por padre, y el sufijo -árchēs, que se desprende de árchē, que distingue el ejercicio de mandar u ordenar.
Características del patriarcado
Este sistema de creencias, estático y tradicional, determina lugares/posiciones en la estructura y organización de la sociedad, para hombres y mujeres, siendo los primeros quienes ejercen el poder, en todos los ámbitos: económico, político, social, cultural. Según Michel Foucault (1926-1984), el poder no es algo que se tiene, una propiedad, sino que se ejerce, en las relaciones de dominación con los otros.
Desde esta perspectiva, el género masculino se constituye como autoridad, por sobre las mujeres. Asimismo, no se contemplan las identidades que escapan a este binarismo de él/ella, ni orientaciones sexuales diferentes a la heterosexual.
En el orden patriarcal los varones son reconocidos y valorados; de allí proviene la tradición, ampliamente extendida, que los hijos mantienen vivo solamente el apellido paterno. También, muchos padres y madres se contentan más, aún hoy en día, con la llegada de un heredero varón. Inclusive, existe una manera de nombrar a los padres de hijas mujeres, como “chancleteros”, siendo las niñas “chancletas”, es decir, ojotas, un calzado barato, poco resistente y desechable.
Se les supone, a los hombres, ambiciones en relación al éxito, dinero y ejercicio de la sexualidad heteronormativa. Las mujeres, a conquistar, cual trofeos, son provistas también de determinados atributos: delicadeza, empatía, ternura, comprensión, fragilidad, belleza estética. Les competen las tareas del hogar y la maternidad se piensa instintiva, necesaria, fuente de completitud y felicidad.
Lucha del feminismo por quebrar los preceptos del patriarcado
Este movimiento se revela contra el patriarcado, dando cuenta de la fortaleza física, intelectual, emocional, de las mujeres; de la igualdad que merecen ante la ley, en el campo laboral, en las tareas del hogar y cuidado de los niños, si los hubiese.
Una de las misiones que el feminismo ha conquistado en casi todo el mundo es el derecho a votar (en el Vaticano aún les es negado), otra es la posibilidad de divorciarse legalmente. Aún está en proceso desligar, del imaginario social, el género femenino de la maternidad, ya que no todas las mujeres desean ser madres, así como no todos los hombres desean ser padres.
Las mujeres en la actualidad tienen más posibilidades de acceso a cargos políticos, empresariales, de liderazgo.
El patriarcado ha dado lugar a todo tipo de desigualdades, violencia e injusticias, no siempre de manera explícita. El silencio, ocultamiento, falta de problematización, han legitimado la violencia física, abusos, maltrato emocional, exclusión de la vida política, dificultad en el acceso a la educación, etcétera. Ante ello se revelan quienes se identifican como feministas.
Rita Segato, antropóloga feminista, nacida en 1951 en Buenos Aires, Argentina, explica que intentar invertir los lugares de hombres y mujeres no sería una solución real, pues las mujeres gozarían de los mismos privilegios, que ahora experimentan los hombres y la injusticia sería la inversa, en otros cuerpos. La lucha no es contra los hombres, sino contra el patriarcado y el concepto de “macho” que contiene, con toda su implicancia simbólica en torno a la violencia misógina.
La autora expresa que se requiere un cambio profundo, para engendrar un mundo nuevo, donde hombres y mujeres tengan las mismas posibilidades, derechos, obligaciones y libertades; con apertura a las diferentes formas de vivenciar el género, a la diversidad de orientaciones y de identidades.
En este contexto, se destaca la sororidad, que se manifiesta entre mujeres como una fórmula de compañerismo, confianza y apoyo mutuo; es parte de la lucha contra la competencia tradicional entre mujeres y permite una mayor fortaleza, que proviene de la unión, para defender de los derechos que les han sido arrebatados o negados. Desde que son pequeñas, a las niñas se les enseña a enemistarse con otras, en lugar de protegerse, unirse. La sororidad o solidaridad entre mujeres es un arma frente al machismo, como conjunto de ideas que sitúan a las mismas en relación de inferioridad, con respecto a los “machos”.
El determinismo del machismo
Para el machismo, que se desprende del patriarcado, las mujeres se comprenden como inferiores: menos inteligentes, menos capaces, más vulnerables, más frágiles, dependientes, a la espera de un “príncipe azul” que las rescate de sus pesares y dificultades, pues ellas mismas no pueden. Así son mostradas en los cuentos, relatos, anécdotas, bromas y medios de comunicación.
Son infantilizadas, cosificadas, tratadas como adornos, debiendo casarse para que sus maridos decidan por ellas y las cuiden, pasando de ser propiedad de sus padres a ser mujeres “de” sus esposos. De allí viene la tradición de pedirle la mano en matrimonio a los padres.
El machismo se manifiesta hasta en el lenguaje español, siendo que el plural que incluye a “ella” y “él”, es “ellos”.
Las mujeres contemporáneas han logrado abrirse paso y salir al mundo del trabajo remunerado (pues ser ama de casa es un trabajo, arduo, pero sin remuneración económica), pero se las continúa viendo como las responsables principales de los quehaceres de la casa y la crianza de los hijos. Por ende, la igualdad es ficticia, ya que realizan las tareas que antes eran exclusivas de los hombres, pero sin dejar de hacer aquellas que supuestamente les corresponden.
Lado B: La opresión en los hombres
El patriarcado oprime a las personas, manifestando, por ejemplo, que cada género debe vestir con determinadas prendas y colores, tener ciertas actitudes, desenvolverse de tal manera, definiendo lo que es ser una buena mujer y un buen hombre, reservando roles, tareas, ocupaciones y labores para cada uno, sin tener en cuenta la diversidad.
No sólo las mujeres sufren por el encasillamiento del orden patriarcal. A los hombres se les exige ser fuertes, física y emocionalmente, no mostrar sus sentimientos, no llorar, no ser cariñosos o expresivos, no mostrarse delicados en el cuidado de sus hijos, salir a trabajar, ganar mucho dinero y ser el sostén económico de la familia.
Los hombres que lloran, que sienten, que valoran sus novias, compañeras o esposas, que no exponen constantemente su virilidad, no gustan del fútbol u otros deportes nominados como propios de este género, quieren quedarse con los hijos, ocuparse de las tareas domésticas, son juzgados, burlados, excluidos.
Trabajo publicado en: Oct., 2020.
Ilustraciones: Olena, Archivist, Feodora, Prostock