Definición de Acuerdo de Schengen
Periodista esp. e investigador
La unidad de Europa es un sueño largamente acariciado, pero más allá de quienes lo intentaron por la fuerza (como Napoleón), los modernos esfuerzos por materializar dicho sueño de una forma pacífica llegaron tras la Segunda Guerra Mundial, que supuso un cataclismo para el viejo continente.
Conjurados para que algo similar no volviera a ocurrir nunca más, el primer paso en esa unión política se dió en 1951 con la fundación de la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero), una entidad que acogía en su seno a seculares enemigos como Francia, Alemania (la RFA), o Italia entre otros países.
En 1958 se funda la CEE (Comunidad Económica Europea), integrada por los mismos países que formaban la CECA, a los cuales se fueron uniendo, paulatinamente, otros. Este fue el caso de España y Portugal, que entraron a formar parte de esta estructura en 1986, o del Reino Unido, que lo había hecho en 1973.
Todas estas estructuras eran de carácter económico, por lo que el siguiente paso lógico era apostar por una unión política, lo que se hizo con la Unión Europea en dos tratados históricos: Maastricht en 1992 y Lisboa en 2007.
El Acuerdo de Schengen, firmado el 14 de junio de 1985 en la localidad homónima luxemburguesa y que entró en vigor una década más tarde, permitió abolir los controles aduaneros entre los países miembros de la Unión Europea.
Es decir, se fijaba una frontera “externa” de la Unión, pero todas las fronteras internas se volvían más “laxas”, prácticamente inexistentes a ojos de los ciudadanos de los países integrantes, facilitando el libre tránsito de un país a otro.
Para entender la importancia de este hecho, debemos pensar en clave europea: las fronteras de cada país eran, para muchos, algo sagrado, ganado con la sangre de sus compatriotas a lo largo de siglos de sangrientas guerras que habían asolado el continente.
Tampoco a los gobiernos y a los cuerpos policiales les gusta perder el control de estas líneas de demarcación, útiles para encontrar desde terroristas a contrabando, pasando por personas fugadas y controlar el flujo de entrada al país.
El acuerdo crea el llamado “espacio Schengen”, un territorio conformado por varios países en el que, una vez dentro, no hay que superar controles aduaneros para transitar de uno a otro.
Dicho territorio ocupa, actualmente, toda Europa occidental, más la parte norte de la central, las repúblicas bálticas, y la península escandinava, e incluso países que no forman parte de la UE, como Suiza, Noruega e Islandia.
Una notable excepción a la integración de los países al acuerdo de Schengen es Reino Unido.
Con este detalle, y sabiendo además que el Reino Unido no entró a formar parte del euro, sino que se quedó con su propia moneda, la libra esterlina, no puede extrañarnos el Brexit; el Reino Unido siempre ha sido un país muy orgulloso de sus usos y costumbres, independiente en todos los sentidos, y que ha trazado su propio camino sin concesiones a los demás.
Como dijo Lord Palmerston (premier británico entre 1859 y 1865), Gran Bretaña no tiene ni amigos ni enemigos permanentes, sólo intereses permanentes, y esta máxima se demuestra en detalles como estos.
El acuerdo prevé condiciones especiales por las que un país (o todo el conjunto) pueden volver a establecer controles aduaneros.
Estos incluyen los casos de seguridad (como para la lucha antiterrorista) y en el caso de olas migratorias masivas. Estas situaciones ya han llevado a la activación en algunos casos, como el de Francia (en plena ola de ataques terroristas yihadistas) y Grecia (por la crisis de los refugiados sirios y los migrantes africanos).
El principal punto del acuerdo es la libre movilidad de los ciudadanos europeos.
Como ya he explicado antes, gracias a este acuerdo, una persona puede moverse dentro del territorio Schengen sin tener que pasar controles aduaneros.
También puede establecerse en cualquier país de la Unión, y viajar sin necesidad de su pasaporte, solamente con el documento de identidad nacional de su país (el pasaporte también sirve, naturalmente, pero no se sella, es solamente para la confirmación de la identidad).
En los aeropuertos, los controles de acceso y salida diferencian entre ciudadanos europeos y no europeos. Lo que sí deben pasar todos ellos, tanto unos como otros, son los controles de seguridad, obviamente.
Un paso más allá de Schengen se encuentra el mercado común europeo.
Recientemente se han derribado las “fronteras digitales” que impedían, por ejemplo, reproducir los contenidos de un servicio online español en Alemania o Francia, por ejemplo, o viceversa.
Foto: Fotolia – jonybigude
Trabajo publicado en: Ago., 2018.
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