Definición de Antisocial
Se denomina antisocial a todo aquello que resulta ser contrario a la sociedad o al orden social establecido.
Contrario a la sociedad y al orden social vigente
En el lenguaje corriente el término es empleado en muchas circunstancias a instancias de alguna falta de educación que alguien protagoniza en algún contexto, o en su defecto cuando alguien contraviene alguna normativa vigente.
A la persona que presenta rasgos antisociales se le dificulta el desarrollo conforme en la sociedad, dado que no sabe, no puede, o no quiere cumplir con el orden propuesto.
Por supuesto este estado de cosas le generará complicaciones en su vida y en la relación con su entorno, podrá ser discriminado, castigado y hasta apresado por presentar este tipo de comportamiento que atenta al orden social.
“El comportamiento de tu hermano de levantarse de la mesa sin saludar a los invitados fue realmente lo más antisocial que haya visto.”
El ser humano es un ser individual pero también social, es decir, nace, crece y se desarrolla en un contexto de pares que hace que deba interactuar con ellos.
Una complicación para la vida en sociedad y para el propio individuo que será discriminado por su comportamiento
En tanto, es importantísimo que esa interacción sea positiva siempre, para así contribuir a la paz y la armonía social, ahora bien, cuando esta situación no existe porque hay una persona que dispone de una inclinación antisocial que la contraviene se terminará generando una complicación para el grupo social que contiene a ese individuo y también lo será para la persona per se, que siente que no pertenece al mismo, y entonces, intentará por todos los modos de rebelarse contra el orden social impuesto.
Por su lado, el trastorno de personalidad antisocial es una patología psíquica que provoca que aquellas personas que la padecen pierdan la noción de la importancia de las normas sociales, como ser las leyes y los derechos individuales, entre otros.
Características de la persona antisocial
Si bien a la misma es más frecuente que se la detecte a partir de los 18 años se supone que los síntomas y las características se vienen arrastrando desde la adolescencia.
El antisocial rehúye a cualquier tipo de norma preestablecida, ya sea porque no sabe o porque no puede adaptarse a las mismas. Por esta razón es que aún a sabiendas que está cometiendo alguna infracción al orden social establecido de antemano, el antisocial, actúa por impulso, se deja ganar por él para alcanzar aquello que desea, desembocando, en muchas ocasiones, en la comisión de algún delito.
El individuo antisocial presenta una actitud disruptiva ante la vida ya que rompe con su comportamiento las pautas y los valores sociales que están aceptados por la mayoría de la sociedad, y como tales amenazan directamente la armonía y la buena convivencia dentro de una comunidad.
Sus comportamientos altamente hostiles y provocadores desequilibran de plano el orden social vigente.
La conducta disruptiva y antisocial puede darse en cualquier momento de la vida de una persona, aunque las primeras manifestaciones suelen observarse en la niñez, entre el año y los tres, y las conductas que la empiezan a señalar suelen contar: llantos imparables, ataques de ira, berrinches interminables, golpes contra cosas y personas, peleas con pares y también con adultos, entre otras.
Enfrenta a la autoridad. Causas
Ya en la escuela, el alumno antisocial y con una tendencia disruptiva, lo demuestra a partir de su constante enfrentamiento con las autoridades tales como profesores, preceptores y directores, es decir, contra quienes representan la autoridad.
Los factores que lo causan resultan ser de lo más variados: genéticos, es decir, algún miembro de la familia que la padeció con anterioridad y la transmitió, aunque también se considera determinante el entorno de la persona en cuestión, especialmente aquellos familiares directos, ya que hay circunstancias biológicas que pueden desencadenarlos. Y el uso y abuso de drogas también puede ser una causa de desarrollo del trastorno.
Algunos de los síntomas más recurrentes que permiten identificarlo son: falta de empatía y de remordimiento, visión distorsionada de la autoestima, la constante búsqueda de nuevas sensaciones, deshumanización de la víctima o la falta de consideración por las consecuencias que puedan traer sus acciones antisociales, egocentrismo, extroversión, impulsividad extrema.
Lamentablemente, los tratamientos para tratar esta patología no siempre funcionan porque quien la padece se niega a aceptar su enfermedad, lo ideal es que un estímulo exterior haga las veces de “vocero” para que la persona acepte su condición.
Trabajo publicado en: Dic., 2010.
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