Definición de Historiador
Doctora en Historia
1. Persona experta en escribir historia sobre hechos o sucesos ocurridos en el pasado o el presente.
2. Aquel que se dedica a estudiar historia.
Etimología: Configurado sobre la palabra historia, por el latín historĭa, respecto de la forma griega ἱστορία (historía), a lo que se suma el sufijo -ar, para adaptarse como verbo transitivo en ‘historiar’; luego, finaliza con el sufijo -dor, como propiedad asociativa respecto de la acción.
Cat. gramatical: Sustantivo masc.
En sílabas: his-to-ria-dor.
Historiador
Cuando hay que mirar en el tiempo para lograr comprender quiénes somos y por qué vivimos como vivimos, no basta con hablar del pasado, es necesario ir en búsqueda de un profesional del mismo. Un Historiador es un recolector, un agente que no solo sabe ir al pasado, sino que tiene las herramientas adecuadas para navegar por él y traer consigo de vuelta información sustanciosa.
Los historiadores somos personas con una mirada aguda que, a lo largo de más de un siglo, hemos desarrollado la profesionalización de nuestra disciplina pasando por momentos diversos sobre como miramos el pasado, esto es lo que llamaríamos desde la disciplina de la Historia como Historiografía, es decir la manera en la que cada uno de los historiadores, se aboca en mirar al pasado. Estas múltiples maneras que tiene para hacerlo han cambiado a lo largo del tiempo y con ello los objetos y objetivos de dichas investigaciones que se vuelven, también, temporales y, por tanto, sujetos de la propia historia.
Si pensamos que la historia es todo aquel suceso pasado donde el hombre se ha visto involucrado, tendríamos que complementar diciendo que un historiador es quien, desde el momento presente, logra emprender un viaje con las preguntas y herramientas adecuadas al pasado y, de esta manera, y en forma minuciosa y detallada, lograr rescatar información que le permita a él y a sus coetáneos comprender ese fragmento del tiempo.
Fuentes de trabajo y capacidad interpretativa-comparativa
Pongamos como ejemplo la necesidad de conocer y analizar cuántos hombres y mujeres vivían en México en el período de la guerra contra Estados Unidos. Esta pregunta la puede realizar cualquier persona sin necesidad de ser un especialista en la Historia. Sin embargo, le será difícil acercarse a las fuentes que le proporcionen dicha información, además que, de encontrarse con ellas en un acto fortuito de buena suerte -pues los historiadores conocen los archivos y acervos especializados- le resultaría difícil procesar los datos ahí vertidos. El historiador sabrá, por la formación especializada que tiene al respecto, que en este período aún no se contaba con un registro civil como el que conocemos ahora, y que, por lo tanto, los documentos que durante este momento del pasado podrían contener tal información serían, por un lado, el mundo eclesiástico y por otro el mundo, el mundo laico o civil.
Las partidas de nacimientos, matrimonios, defunciones o los recuentos administrativos por parroquia que tan juiciosamente elaboraron como hasta ahora lo siguen haciendo, serían un referente para comenzar la búsqueda, sin embargo, sólo un historiador tendría las herramientas más adecuadas para realizar los cálculos aproximados al encontrarse frente a esta información.
Por otro lado, en este período las otras fuentes que podrían contener datos al respecto son las denominadas “Estadísticas descriptivas” que se realizaban con distintos objetivos a lo largo de la primera mitad del siglo XIX y que reportaban casi siempre esta información a instancias administrativas como parte de las demarcaciones jurídico-administrativas que tenían a su cargo.
Lo importante de ambas fuentes de información es que, sólo el historiador cuenta con las herramientas para filtrar tales cifras y hacerse preguntas como la procedencia de la información, la fiabilidad de las fuentes, lo claro de los números, la ubicación de poblaciones o ciudades que han cambiado de nombre y, sobre todo, la paciencia y disciplina para pasar largas jornadas de trabajo en los acervos documentales primero buscando y luego procesando dicha información.
Por todo ello, es que un historiador se vuelve un especialista del pasado, un explorador de fuentes y un aventurero del tiempo. Porque dependiendo del problema que se plantee y de la época donde busque dicha información, serán las dificultades que encuentre, el tipo de fuentes que puede estudiar y la interpretación a la que puede llegar.
Sobre esto último es importante tener en cuenta que, en la Historia, así como en muchas áreas del conocimiento, las investigaciones no son concluyentes ni se llega a la verdad. Un historiador no está preocupado por rescatar la verdad entre los escombros del pasado, sino que está interesado en reunir la mayor cantidad de piezas posibles del rompecabezas, analizar con su propio bagaje cultural y concepción del mundo (revisar la entrada de subjetividad) y aportar a la ciencia en general y al conocimiento histórico en particular, esta historia que desea narrar a propósito, por ejemplo, de la cantidad de población que existió en un momento determinado.
Por último, es importante mencionar que hay tratamientos específicos para utilizar los acervos documentales que difícilmente alguien que no ha cursado una preparación profesional, puede conocer, como las condiciones de temperatura y ambiente en la que se pueden resguardar los documentos, las condiciones óptimas de luz, el trabajo de reproducción o toma de datos y la ubicación referenciada de los mismos desde los distintos sistemas que existen para guiar la veracidad y procedencia de las fuentes. Ser historiador no es una labor sencilla, pero sin duda, cuando tienes la pasión por el conocimiento del pasado, sólo necesitas paciencia y determinación para honrar tan grande labor.
Art. actualizado: Oct. 2022; sobre el original de junio, 2009.
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