Definición de Antagónico/Antagonismo
Profesora en Filosofía
Antagónico
1. (Adj.). El término antagónico describe situación de oposición u hostilidad mutua, es decir, dos elementos (personas, objetos, ideas) que son contrarios entre sí. Ejemplos: ‘A pesar de ser vecinos, Corea del Norte y Corea del Sur son totalmente antagónicas’; ‘Los personajes antagónicos de ficción de Batman y Joker, cuyas psicologías coexisten en el mundo perturbado de Gotham’.
Antagonismo
1. (Sust.). El antagonismo entiende un tipo de relación social caracterizada por el conflicto entre ideologías, posiciones políticas u opiniones instauradas en el seno de una comunidad.
Etimología: El adjetivo antagónico procede de antagonismo, suscribiéndose a la forma del latín tardío antagon-, de antagonista, en sentido de ‘rival’, ‘oponente’, respecto del griego ἀνταγωνιστής (antagōnistḗs), sobre el verbo ἀνταγωνίζεσθαι (antagōnízesthai), en cuanto ‘enfrentar’, ‘oponerse’, ‘rivalizar’. Se conjuga el sufijo griego -ισμός (-ismós), en cuanto corriente, para formar la palabra antagonismo; y el sufijo -ικός (-ikós), para antagónico, en función de la adjetivación con propiedad derivada.
Cat. gramatical: Adjetivo (antagónico) / Sustantivo masc. (antagonismo).
En sílabas: an-ta-gó-ni-co / an-ta-go-nis-mo.
Antagónico/Antagonismo
El concepto de antagonismo, desde el punto de vista de las Ciencias Sociales y las Humanidades, es central para una serie de enfoques teóricos que, en la segunda mitad del siglo XX, han propuesto recuperar la noción de conflicto social como un rasgo constitutivo del orden social y no como un vicio de las relaciones humanas. Desde estas perspectivas, el antagonismo aparece en la teoría política contemporánea —particularmente, en los desarrollos del filósofo argentino Ernesto Laclau (1935-2014)— como una dimensión fundamental de los sistemas democráticos.
Antagonismo y lucha de clases
La concepción del antagonismo propuesta por Laclau debe ser considerada en el marco de la inscripción de su teoría al interior de la corriente posmarxista. El marxismo clásico sostenía un análisis de la historia en términos de objetividad, es decir, la historia de la humanidad podría ser explicada a partir de una estructura que se mantuvo invariable a lo largo del tiempo. Dicha estructura, en virtud de la cual la historia avanza, responde a un tipo de relación específico entre agentes sociales en disputa, a saber, la lucha de clases. Por su parte, Laclau plantea una reconceptualización de las dinámicas sociales no fundamentada sobre la categoría de clase social; puesto que busca diferenciarse del análisis “determinista” del marxismo, en la medida en que éste asignaba un rol a las clases sociales en el espacio de lo político que estaba ya estructurado en función de una teleología previa.
En otros términos, el marxismo, al pensar la historia a partir de una lógica dialéctica, que culmina con el fin del capitalismo, omitía las contradicciones empíricas que se producen al interior de las clases sociales mismas, cuyos intereses no siempre reflejan sus condiciones materiales de existencia. Así, las clases oprimidas, muchas veces, no manifiestan la contradicción frente a las clases opresoras que les asignaba el marxismo; sino que asumen posiciones reformistas o, incluso, los propios intereses de las clases opresoras. De esta manera, señala Laclau, la pertenencia a una clase social no determina la ideología política de los sujetos.
Para el filósofo argentino, el espacio de lo político está atravesado por relaciones de hegemonía que se construyen en el discurso y mantienen, en consecuencia, una “apertura” de lo social más allá de las estructuras objetivas. En este sentido, la lucha de clases que, para el marxismo, conducía finalmente a la emancipación de las clases oprimidas; aquí, se plantea como una relación de antagonismo, que es constitutiva de las relaciones sociales al interior de la esfera de lo político y, por ello, no se dirige a una resolución, sino que se sostiene a lo largo de la historia.
Antagonismo y hegemonía
Aquello que funda posibilidad del antagonismo es, justamente, la falta originaria de una estructura social determinada —dicha falta es caracterizada por Laclau bajo el concepto de dislocación—. En este sentido, el antagonismo puede definirse como la lucha entre proyectos discursivos diferentes, que compiten por ocupar la hegemonía en el espacio de lo político. Lo que define al antagonismo, luego, es su carácter contingente, a partir del cual se funda la imposibilidad de todo orden social objetivo, a saber, de toda estructura. La radicalidad de la noción de antagonismo consiste en que la dimensión contingente que conlleva no puede ser reconducida a una teleología, es decir, no puede ser resuelta dialécticamente, a diferencia de lo que proponía el marxismo ortodoxo.
Todo orden social se halla constitutivamente dislocado, en la medida en que toda configuración social es simbólica o discursiva y, por ello, nunca coincide plenamente con lo real. Luego, existe siempre una “brecha ontológica” entre el orden de la representación y el orden de lo real, que impide radicalmente la resolución del conflicto en una instancia de superación. Así, finalmente, el antagonismo es la condición de posibilidad de la política en sí misma.
Art. actualizado: Agosto 2022; sobre el original de enero, 2011.
Referencias
Stoessel, S., & Retamozo, M. (2014). El concepto de antagonismo en la teoría política contemporánea. Estudios Políticos, (44),13-34. [fecha de Consulta 25 de Agosto de 2022]. ISSN: 0121-5167. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=16431217002Gómez, M. (2014). Antagonismo sin clases y clases sin antagonismo en Laclau. Utopía y praxis latinoamericana: revista internacional de filosofía iberoamericana y teoría social, (64), 67-82.
Guille, G. P. (2019). Laclau: una política del antagonismo. Res publica (Madrid. Internet), 22(2), 495-510.
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