Definición de Emociones
Licenciada en Psicología
1. Respuesta ante un marco de circunstancia o un estímulo específico, de carácter interno (pensamientos, sensaciones), externo (agente externo que puede ser un individuo, un lugar, un acontecimiento dentro de un contexto conocido) o una mezcla ambos, que puede manifestarse con un comportamiento de tristeza, felicidad, aborrecimiento, sorpresa, enojo o temor. Ejemplos: Graduarse de una carrera universitaria; la muerte de un ser querido; una pelea con un amigo cercano; discordancia con una medida política de profundo alcance social.
2. Sentimiento contenido respecto de un hecho, situación o cosa.
Etimología: Por las formas del latín emotio, emotiōnis, formado por el prefijo e-, en cuanto ‘extensión que emerge del interior’, y el verbo movēre, que remite a ‘mover’.
Cat. gramatical: Sustantivo fem.
En sílabas: e-mo-ción.
Emociones
En el campo de la psicología definir los conceptos no suele ser tarea sencilla, ya que hay variados matices que imprimen a los mismos características particulares. Tales diferencias surgen, en principio, por el marco teórico desde el cual se conceptualice el constructo en cuestión, tal es el caso en el estudio de las emociones. No obstante, muchos especialistas acuerdan en definirla como un proceso básico y complejo que consiste en un cambio que se da en el cuerpo y en la mente del individuo como respuesta a un estímulo interno (por ejemplo, pensar que hice mal mi trabajo) o externo (por ejemplo, que alguien me felicite por un trabajo bien hecho). Dichos cambios se manifiestan en múltiples dimensiones: subjetiva, cognitiva, fisiológica, expresiva y comportamental. De allí que se entienda a la emoción como un proceso complejo integrado por múltiples dimensiones y que para su estudio se necesite del aporte de variadas disciplinas. Las diferencias en cómo se conceptualizan las emociones radica, precisamente, en las dimensiones que se aborden para comprenderlas.
Dimensiones y ejemplos de las emociones
– Subjetiva: Refiere a cómo cada persona vivencia la emoción dentro del polo placer – displacer. Retomando los ejemplos anteriores podemos afirmar que mientras que me resulta agradable que alguien me felicite por un trabajo bien hecho, por otro lado, no me gusta pensar que hice mal mi trabajo.
– Cognitiva: Refiere a la valoración que hace que la persona sienta una emoción y no otra. Aquí tiene que ver con el sistema de creencias del individuo, su cosmovisión y el proceso evaluativo que realice. Por ejemplo, si pienso que hacer mal un trabajo es parte del proceso de aprendizaje y lo tomo como una oportunidad para mejorar, probablemente no me sienta triste ni enojada.
– Fisiológica: Refiere a los cambios producidos en el sistema nervioso autónomo. Por ejemplo, si tengo miedo: se me dilatarán las pupilas, aumentará mi ritmo cardíaco y se incrementará mi sudoración.
– Expresiva: Refiere tanto a la comunicación verbal como no verbal. Por ejemplo, si frunzo el ceño es probable que la persona con la que estoy manteniendo una discusión interprete que estoy enojado.
– Comportamental: Refiere al hecho de que las emociones invitan a la acción. Por ejemplo, es probable que si siento miedo busque un lugar en el cual sentirme seguro.
Las funciones de las emociones
Las emociones permiten adaptarnos al entorno facilitándonos conductas adecuadas en función de los diferentes contextos, establecer relaciones interpersonales y guiar nuestras acciones a través de la puesta en marcha de diferentes recursos. Influyen en el aprendizaje, la motivación, la atención y la memoria. A lo largo de nuestra historia evolutiva las emociones han funcionado como un importante mecanismo de supervivencia.
Sin embargo, es necesario aclarar que si bien las emociones resultan adaptativas, no siempre las consecuencias comportamentales de las mismas pueden resultar funcionales. Por ello, aprender cómo gestionar las emociones de una manera inteligente es fundamental.
Inteligencia emocional: hacer un uso inteligente de nuestras emociones
Este concepto es acuñado por los psicólogos Peter Salovey y John D. Mayer en 1990 para designar la capacidad del individuo para gestionar de manera intencional las emociones de manera tal que las mismas nos ayuden a conseguir nuestros objetivos y a mejorar nuestros resultados.
Los autores distinguen cuatro capacidades básicas de la inteligencia emocional:
1. Percibir, valorar y expresar con precisión nuestras emociones y la de los demás.
2. Utilizar las emociones para facilitar el proceso de toma de decisiones.
3. Comprender las emociones y el conocimiento que de las mismas nos posibilita.
4. Regulación emocional, es decir, tener la habilidad para manejar las emociones conforme a nuestros objetivos.
Emociones básicas
Las teorías de las emociones básicas se centran en el corazón del debate sobre si las emociones están determinadas por la naturaleza o por la cultura. Una investigación muy interesante al respecto fue la llevada a cabo por Paul Ekman, quien a partir de mostrarle a muchas personas de diferentes lugares geográficos y diferentes culturas, fotos de diferentes expresiones faciales y pedirles que identifiquen la emoción expresada en tales fotos, llegó a la conclusión de la existencia de seis emociones primarias: alegría, tristeza, sorpresa, asco, enojo y miedo.
Desde esta perspectiva las emociones tienen un origen biológico y han sido moldeadas a lo largo de la evolución de nuestra especie por los mecanismos de selección natural en función de su valor adaptativo
¿Cómo se genera una emoción?: El debate Zajonc – Lazarus y la propuesta integradora de LeDoux
El debate entre Zajonc y Lazarus se centra principalmente en el interrogante acerca de si un estímulo, ya sea interno o externo, tiene la capacidad por sí solo de generar una respuesta emocional por parte del individuo o si, por el contrario, es necesario que entre el estímulo y la respuesta emocional intervenga una evaluación cognitiva de la situación.
Para Zajonc la respuesta emocional frente a un estímulo puede ocurrir de manera independiente respecto al proceso o evaluación cognitiva que realice el individuo o con un nivel de procesamiento de la información muy elemental. Ejemplo de ello es el efecto de la mera exposición, el cual muestra una tendencia de los individuos a considerar como agradable y a preferir en vez de a estímulos nuevos a aquellos estímulos a los que fueron expuestos previamente, aún cuando a éstos estímulos no se los haya registrado conscientemente.
Por el contrario, para Lazarus no hay respuesta emocional que no implique una evaluación cognitiva del estímulo. La manera en cómo el individuo interprete el estímulo desencadenará una u otra respuesta emocional.
La propuesta que integra ambos modelos es la de LeDoux, quien propone una teoría multinivel en la que coexisten dos rutas o circuitos cerebrales en el procesamiento de las emociones. Por un lado hay un circuito rápido que implica una comunicación directa entre el tálamo y la amígdala, lo cual sería congruente con la postura de Zajonc y, por otro lado, postula la existencia de un circuito más lento en donde el recorrido entre el tálamo y la amígdala está mediatizado por el córtex cerebral, lo cual sería congruente con la propuesta de Lazarus. Ambos mecanismos cerebrales coexisten y se activan en función de la complejidad de los estímulos y las necesidades del entorno. Mientras que el directo nos permite responder de manera rápida frente a situaciones amenazantes, el segundo nos posibilita una evaluación más profunda y nos permite tomar decisiones de una manera más reflexiva.
Art. actualizado: Sept. 2022; sobre el original de abril, 2009.
Referencias
Ekman, P., Friesen, W. V., & Ellsworth, P. (2013). Emotion in the human face: Guidelines for research and an integration of findings (Vol. 11). Elsevier.Elices, M (2016). Emoción y cognición. En A. Vásquez Echeverría (comp). Manual de Introducción a la Psicología Cognitiva. Universidad de la República del Uruguay.
Weisingen, H (1998). La inteligencia emocional en el trabajo.
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