Guerra de Independencia de Grecia - Definición, Concepto y Qué es
Periodista esp. e investigador
Cuna de la civilización occidental y epicentro del Imperio Bizantino, a principios del siglo XIX Grecia languidecía bajo el dominio turco desde que el Imperio Otomano se la hiciera suya en el siglo XV.
Pero la conciencia griega estaba a punto de despertar, y a devolver su pueblo a la historia como entidad independiente. Pero ¿qué Grecia?
Buscar las raíces de la actual Grecia en el periodo clásico es arriesgado, puesto que estamos hablando de una unidad cultural que no política; todas las polis se reconocían como griegas, aunque no como pertenecientes a la misma estructura política.
Igualmente, retroceder al Imperio Bizantino para buscar el origen de la actual identidad griega es también un ejercicio arriesgado, más que nada porque el nexo común entre la antigüedad clásica, el Imperio Bizantino y la Grecia actual es el idioma (uno de los más longevos del mundo, comparable prácticamente sólo al chino), y la reivindicación de continuidad, pero las diferencias son más palpables que las semejanzas.
Lo que sería la “identidad griega” actual nace de una idea romántica que recoge la cultura popular producto del pósito de siglos de pueblos en ida y venida por el territorio griego, que se asentaron y se fusionaron con los habitantes nativos, se adaptaron, pero también aportaron su granito de arena.
Esto no quiere decir que el espíritu de independencia griega se perdiera, puesto que antes de la Guerra de Independencia, estos territorios ya habían vivido varios levantamientos contra los dominadores turcos, que eran claramente vistos como extranjeros.
Aunque en esta visión, el tema religioso influye en gran medida.
Algunos científicos refieren que, genéticamente y a nivel de costumbres sociales, los griegos son casi indistinguibles de los turcos, y que lo que los diferencia es realmente el factor cultural.
Sea como fuere, lo cierto es que Grecia entra en el siglo XIX con un pasado redescubierto e idealizado, y con ganas entre la intelectualidad griega de dejar de ser un territorio más de la Sublime Puerta (otro nombre que recibía el Imperio Otomano).
Y esta visión es compartida y arrastra pasiones en un occidente que se siente moral, espiritual y físicamente superior a las demás culturas del mundo (con todas las connotaciones racistas que ello implica), y que abraza la causa de la liberación de lo que considera una cuna cultural, también idealizada.
Finalmente, el Imperio Ruso también jugaría un papel importante en alentar la revuelta, por un doble motivo: la proximidad religiosa con los griegos (ambos pueblos mayoritariamente cristianos ortodoxos), y la posibilidad de debilitar al Imperio otomano, enemigo de Rusia en su expansión caucásica
Buena muestra de esta atracción por la resurrección griega la podemos encontrar en la participación en el conflicto de Lord Byron, el famoso poeta romántico.
El levantamiento de 1821 fue básicamente popular, aunque alentado y aupado por la intelligentsia cultural y política griega.
La sociedad secreta Filikí Etería (en griego, Sociedad de Compañeros), fundada en Odessa (Rusia) en 1814 pavimentó la ruta hacia el levantamiento de emancipación.
Su tarea consistió en la logística y la coordinación, de forma que en vez de una serie de levantamientos puntuales como había sucedido hasta la fecha, esta fuera una verdadera “insurrección nacional”.
El 1 de enero de 1822, la misma organización proclamó la independencia griega, sustituyendo la bandera blanca con una cruz azul, por una idéntica pero con los colores cambiados: cruz blanca sobre fondo azul. Esta representaría al país hasta la dictadura de los coroneles, en 1970, año en la que se estableció el uso de la actual bandera griega.
El territorio sublevado fue mayor del que actualmente conocemos como Grecia.
Los instigadores de la revuelta buscaron también sublevar territorios que, más adelante, acabarían perteneciendo a Serbia o Albania entre otros estados, que en la antigüedad clásica habían estado relacionados con las polis griegas, y que en el seno del Imperio Otomano lo estaban por vínculos provinciales o regionales.
Para las armas griegas, la península del Peloponeso y la Grecia central fueron las regiones con mayor éxito de la revolución, en las que se incluía Atenas, futura capital del estado.
Los otomanos, para dar ejemplo, se prodigan en atrocidades, lo que hará sumar simpatías a la causa griega. La masacre de la isla de Chios, en 1822, será un buen ejemplo de estas atrocidades.
Las tropas imperiales consiguen equilibrar la balanza en abril de 1822 con su victoria en la batalla de Alamana, aunque no avanzan mucho más allá debido a que los griegos los frenan en la batalla de Gravia. Esto salvaba el Peloponeso de la invasión turca, dejándolo bajo control de los griegos libres.
A los revolucionarios griegos, fragmentados y sin una coordinación central fuerte, les benefició el gran desorden que se daban en las filas turcas, además de la necesidad del Imperio de cubrir otros flancos de posibles problemas militares, como la frontera con Rusia o Persia.
Pese a que en julio de 1822, los otomanos sufrieron una importante derrota en la Batalla de Peta, pudieron recuperarse y en 1823 lanzaron una campaña para recuperar la Grecia occidental. Y en 1824 Egipto intervenía a favor del Imperio Otomano.
Dicha intervención se limitó inicialmente a las islas de Creta y Chipre debido a la desconfianza otomana de las intenciones expansionistas de los egipcios, aunque su número y buen rendimiento en combate hizo que la Sublime Puerta reconsiderara el uso de dichas tropas para la Grecia continental.
Y así es como las fuerzas egipcias desembarcaron en el Peloponeso en febrero de 1825. Eran tropas entrenadas por oficialidad francesa, y pronto se mostraron como soldados disciplinados y capaces, que infligieron derrotas a los griegos y empezaron a campar a sus anchas por el Peloponeso, cometiendo también algunas barbaridades.
En cambio, los turcos no podían obtener avances en la Grecia central, centrándose en una suerte de guerra de posiciones sin obtener avances sustanciales.
En la primavera de 1826, los turcos conseguían un golpe de efecto con la captura de la ciudad de Mesolongi, que había sido asediada por dos veces anteriormente sin éxito.
La captura de esta ciudad hizo temer a los griegos y a quienes les apoyaban en toda Europa por un fin abrupto de la revolución. No obstante, el esfuerzo militar otomano en tomar Mesolongi había perjudicado a su ejército, que se vió incapaz de explotar el éxito obtenido.
Aún así, Ibrahim Pachá fue capaz de llevar a sus fuerzas a asediar Atenas. El último reducto griego fue la Acrópolis, que caería finalmente en manos otomanas en junio de 1827. No obstante, este sería el canto del cisne de las armas otomanas en Grecia, que a partir de aquí no volverían a ganar una batalla.
Y la responsable de la derrota turca fue, finalmente, la intervención combinada de rusos, británicos y franceses, que tomaron partido por los griegos.
Una flota de las tres potencias derrotó a los turco-egipcios en Navarino, mientras los griegos aprovechaban para recuperar todo el territorio posible antes de que las potencias impusieran un alto el fuego.
La batalla de Petra, el la zona norte del Ática, y que terminó con una victoria griega, marcó el punto y final de la guerra el 12 de septiembre de 1829.
A partir de aquí se iniciaban unas conferencias de paz auspiciadas por las potencias extranjeras intervinientes que marcarían los límites del reino independiente de Grecia.
Dichos límites eran mucho menores de los que son hoy en día, abarcando prácticamente el sur de Tesalia y la península del Peloponeso. Grecia continuaría su expansión territorial sucesivamente hasta 1947.
El enfrentamiento entre Grecia y Turquía no acabó aquí, perviviría en el tiempo hasta hoy, en el que es perceptible no solamente en tensiones político-militares puntuales, sino en enfrentamientos deportivos entre equipos de ambos países en competiciones internacionales.
Foto: Fotolia – Lefteris Papaulakis
Trabajo publicado en: Sep., 2018.
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