Definición de Guerra de Irak
Periodista esp. e investigador
La llamada Guerra del Golfo (en referencia al Golfo Pérsico), en la que una coalición de tropas multinacionales lideradas por los Estados Unidos liberaron Kuwait de la ocupación iraquí, fue una guerra inconclusa.
En primer lugar porque resolvió la ocupación de Kuwait pero no disuadió la amenaza representada por Saddam Hussein en la región, además de iniciar diversos conflictos en el mismo Irak, concretamente con la minoría kurda (a la que, por orden de Hussein, el ejército iraquí bombardeó con gas, provocando una gran matanza entre los civiles) y con la minoría chií al sur del país.
En clave de política interna norteamericana, el resultado de la Guerra del Golfo también dejó huella, llevando a la derrota al presidente George Bush en las elecciones de 1992.
Sería un nuevo presidente republicano, hijo del anterior -George W. Bush- quien buscaría vengar la derrota electoral de su padre invadiendo Irak para acabar con Hussein.
La Guerra de Irak, también conocida como Segunda Guerra del Golfo, se extiende desde el 20 de marzo de 2003 al 1 de mayo del mismo año, aunque según como se considere, puede alargarse hasta nuestros días.
Ello es debido a que, con posterioridad al fin oficial del conflicto, ha continuado existiendo un estado de guerra en el país, producto de la insurgencia armada contra las fuerzas extranjeras presentes en el territorio, y también contra el nuevo gobierno iraquí y sus fuerzas armadas y policiales.
En este artículo nos centraremos en lo que es la guerra en sí, es decir, el conflicto armado que llevó a la caída de Saddam Hussein y a la ocupación del país.
El casus belli utilizado por Estados Unidos y sus aliados para justificar la invasión de Irak fue el supuesto incumplimiento de las sanciones impuestas por la ONU por parte del régimen iraquí, y la presunción de que el ejército de Hussein estaba desarrollando y almacenando armas de destrucción masiva.
Estas premisas fueron puestas en tela de juicio ya en el momento de ser enunciadas por la diplomacia estadounidense, y a día de hoy se considera que las pruebas contra Hussein y su régimen fueron manipuladas.
La guerra, pues, se iniciaría por el deseo de venganza por una parte, y por intereses comerciales por otra (el control del petróleo iraquí).
La coalición internacional estaba formada principalmente por los Estados Unidos y Reino Unido, secundados por España, Portugal, Australia, Italia, o Dinamarca entre otros países.
También contaba con el apoyo de los chiíes y los kurdos de Irak.
El más numeroso pero peor equipado ejército iraquí recibió el apoyo de milicianos extremistas islámicos, que desde la Primera Guerra del Golfo veían a los Estados Unidos y los países occidentales como potencias ocupantes, y el conflicto como una guerra de religión -una suerte de nueva cruzada-.
Como toda operación de ataque moderna, la guerra se inició con bombardeos por parte de la coalición internacional desde sus bases en Arabia Saudita y los portaaviones norteamericanos estacionados en el Golfo Pérsico.
Estos bombardeos tenían como objetivo la destrucción de unidades e infraestructuras del enemigo, tales como lanzaderas de misiles o artillería.
La táctica empleada por la coalición era simple: atacar y destruir desde el aire para conquistar desde tierra. Cuando los tanques Abrams M1 del ejército norteamericano llegaran a una posición para ocuparla, ya deberían encontrar las fuerzas enemigas destruidas por los ataques con aviones, helicópteros, misiles y artillería de largo alcance.
No es que el ejército iraquí no se defendiera, pero su moral de combate era baja.
Muchos soldados ya conocían lo que las fuerzas norteamericanas eran capaces de hacer desde el anterior conflicto, y otros habían vivido con impotencia los bombardeos a los que ocasionalmente los Estados Unidos los habían sometido.
Las rendiciones y deserciones en las filas iraquíes durante los primeros días de la guerra fueron algo habitual.
Las columnas de blindados aliadas avanzaron, sin mucha resistencia ni problemas, hasta Nasiriya, ciudad situada en el sur del país y donde las fuerzas armadas iraquíes esperaban oponer una mayor resistencia, frenando el ataque aliado y poniendo a los gobiernos de los países atacantes en jaque ante sus respectivas opiniones públicas.
Los iraquíes querían provocar víctimas mortales entre sus enemigos, ya que pensaban que de esta forma, las opiniones públicas de los países de la coalición protestarían y forzarían el fin de la oposición, con unos gobiernos temerosos de que esto se les girara en contra en las urnas.
Mientras las fuerzas de la coalición avanzaban con escasa resistencia por el sur de Irak, al norte, y como maniobra de distracción para entretener fuerzas iraquíes, fuerzas especiales norteamericanas se inserían entre las fuerzas kurdas para reforzar la guerra de guerrillas que aquellas practicaban contra las tropas de Saddam Hussein.
Con algunos contratiempos puntuales, especialmente en las ciudades (como Kerbala o Najaf), las fuerzas invasoras continuaban su marcha hacia el norte, hacia Bagdad, a buen ritmo.
Las unidades más combativas del ejército iraquí fueron las de la Guardia Republicana, verdadera fuerza de élite que contaba con el mejor equipamiento y armamento, así como con un entrenamiento intensivo y garantizaba la fidelidad al régimen.
Estas unidades combatieron hasta el último momento, y hay sospechas de que fueron bombardeadas con algún tipo de nueva munición o, incluso, con material químico (prohibido por la legislación internacional) debido a como se encontraron tras las batallas muchas de sus unidades, con los soldados quemados y los vehículos prácticamente intactos. Además, los testigos de estos vestigios afirman que por las posturas de los cadáveres, parece que la mayoría ni siquiera intentó huir.
Sin grandes contratiempos, las fuerzas aliadas llegaron a Bagdad, donde se preveía que tendría lugar la batalla definitiva.
Cabe decir que si bien los iraquíes prepararon fuertes defensas que hicieron temer a los mandos de la coalición una enconada resistencia, a la hora de la verdad la mayoría de las infraestructuras preparadas para tal fin se demostraron abandonadas o infraequipadas, así como con un menor número de combatientes del esperado.
Si bien algunos soldados de la Guardia Republicana pudieron desertar escondiéndose entre los civiles, otros empezaron a preparar lo que ya se veía claramente como una prolongación del conflicto en forma de guerra de guerrillas, para la cual era preciso conservar efectivos.
A partir de la toma de Bagdad por parte de las fuerzas de la coalición y con la toma de contacto con los rebeldes kurdos que habían avanzado desde el norte, se libraron algunos combates en la zona de Tikrit (ciudad en la que había nacido Saddam Hussein y en la que se ocultaría), pero la actividad militar ya fue residual.
Irak había caído en manos de la coalición, y así fue anunciado formalmente por el presidente estadounidense George W. Bush el 1 de mayo de 2003.
No obstante, y pese a esta declaración, la guerra no había terminado realmente; a partir de aquí empezó una cruenta insurgencia que, todavía a día de hoy continua con el Estado Islámico y los ataques terroristas perpetrados por diversos grupos a lo largo y ancho de todo el territorio iraquí.
El país se ha visto fracturado, con un sur influenciado por Irán (de confesión chií), y un norte dominado por los kurdos que declaraba recientemente su independencia, lo que provocó no solamente el ataque de las fuerzas gubernamentales iraquíes, sinó también la intervención de Irán y de Turquía.
Fotos: Fotolia – Kirsty Pargeter / Steinar
Trabajo publicado en: Abr., 2018.
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